Menores migrantes | John M. Ackerman
“(…) la ingratitud de Obama parece no tener
límites. (…) ha endurecido la vigilancia en la frontera sur y fracasado
olímpicamente en aprobar reformas que podrían reunir a familias de migrantes,
además de permitir a jóvenes estudiar y trabajar en los Estados Unidos aunque
hubieran ingresado ‘ilegalmente’ al país cuando eran niños.”
Publicado: martes 15 de julio de 2014
Doctor John M. Ackerman |
Los 57 mil menores mexicanos y
centroamericanos sin acompañantes que han sido detenidos cruzando la frontera
con los Estados Unidos desde octubre de 2013 son refugiados de una guerra
económica, política y social impulsada desde Washington. La alineación de
Enrique Peña Nieto con Barack Obama sobre el tema constituye un vergonzoso
rompimiento histórico con la larga tradición de independencia política y
solidaridad latinoamericana que había caracterizada la diplomacia mexicana a lo
largo del siglo XX. En lugar de servir como perro guardián del imperio, México
tendría que priorizar los derechos humanos de sus hermanos y hermanas
latinoamericanos.
Obama ha traicionado la confianza de los
latinoamericanos residentes en el país del norte. Durante las campañas
presidenciales de 2008 y 2012, prometió regularizar a millones de inmigrantes y
arreglar el sistema migratorio disfuncional. En respuesta, recibió el
contundente apoyo de los votantes latinos. El 67% lo respaldó en 2008, y el 71%
en 2012.
Pero la ingratitud de Obama parece no tener
límites. Rápidamente se convirtió en el Presidente estadounidense que ha
deportado a la mayor cantidad de migrantes en la historia, en el
“Deportador-en-jefe” de acuerdo con activistas, con más de 2 millones de
expulsiones durante el tiempo que lleva en la Casa Blanca. Asimismo, ha
endurecido la vigilancia en la frontera sur y fracasado olímpicamente en
aprobar reformas que podrían reunir a familias de migrantes, además de permitir
a jóvenes estudiar y trabajar en los Estados Unidos aunque hubieran ingresado
“ilegalmente” al país cuando eran niños.
La posición retrógrada de Obama con respecto al
éxodo de los niños sin acompañantes constituye la última gota que derrama el
proverbial vaso. Los menores detenidos merecen la oportunidad de reunirse con
sus familiares, quienes con su arduo trabajo sostienen la economía
estadounidense. Si Obama hubiera cumplido con su promesa de regularizar a esta
importante fuerza laboral, la mayor parte de estos niños podrían ingresar
legalmente sin problema alguno a petición de sus parientes.
Los trabajadores migrantes tienen el mismo
derecho a cuidar a sus hijos y a educarlos en escuelas públicas que cualquier
otro empleado. Obama y el gobierno norteamericano están sufriendo las
consecuencias de su propia hipocresía.
La solución entonces va mucho más allá de
declarar algunos niños “refugiados” de la “guerra” que libran grupos criminales
de América Central. Existe la urgente necesidad de poner un alto a la injusta
extracción de la fuerza de trabajo de los latinoamericanos residentes en
Estados Unidos sin que el gobierno o los empleadores se responsabilicen por el bienestar
personal y el de las familias de sus empleados.
Pero en lugar de exigir la implementación de
una reforma migratoria integral en Estados Unidos, al igual que respeto a los
derechos humanos de los mexicanos y latinoamericanos residentes allá, el gobierno
de Peña Nieto ha asumido plenamente el enfoque de Washington que visualiza el
problema como una “crisis” que se resolvería con medidas más drásticas de
“protección” fronteriza y de inhibición de los flujos migratorios.
El Instituto Nacional de Migración ha
informado que durante los primeros meses de la presente administración, desde
enero de 2013 hasta junio de 2014, el gobierno mexicano expulsó casi 15 mil
menores. Asimismo, Peña Nieto, Miguel Ángel Osorio Chong y José Antonio Meade
han trabajado cercanamente con el gobierno estadounidense desde un “enfoque
regional” para reforzar la frontera sur de México y detener a migrantes
centroamericanos dentro del territorio mexicano con el fin de facilitarle el
trabajo a la guardia fronteriza del vecino del norte.
El régimen autoritario no se conforma con
entregar el petróleo mexicano a las empresas transnacionales y hacer el trabajo
sucio a Washington en su “guerra” contra las drogas. También funge como un
perro guardián que defiende las fronteras estadounidenses de los “indeseables”
centroamericanos. La “integración” norteamericana que promueven Obama y Peña
Nieto es en realidad una subordinación continental dónde, por un lado, los
trabajadores y los niños latinoamericanos tendrán que pagar todos los costos y,
por otro, donde las empresas transnacionales, en alianza con las respectivas
oligarquías nacionales, cosecharán todos los beneficios.
Esta situación constituye una clara llamada de
atención a las fuerzas sociales de que ya no son suficientes las estrategias de
resistencia enfocadas en un solo país. Los promotores de la soberanía nacional
y popular en materia energética en México tendrían que unir sus luchas con las
demandas de los migrantes latinoamericanos en los Estados Unidos. Del mismo
modo, los defensores de los migrantes en EU harían bien en abrir sus ojos a la
importancia de respaldar los movimientos sociales de la oposición democrática
en México.
Las luchas en ambos lados de la frontera
comparten una sola agenda a favor del poder y la economía populares, y en
contra del saqueo, la censura y el despojo. Frente al abandono de los intereses
ciudadanos de parte de los gobiernos estadounidense y mexicano, la única
solución se encuentra en la unión entre los pueblos norteamericanos, centroamericanos
y latinoamericanos.
Twitter: @JohnMAckerman
(Publicado originalmente en Proceso No. 1967)
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