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“Heberto Castillo siempre fue muy claro: La unidad de la izquierda y los movimientos progresista de nuestro México, serían lo único que podría ayudar a millones de mexicanos a sentirse orgullosos de su patria, y a luchar por ella como algo realmente posible (…).”


Heberto Castillo  (1928-1997).
 Foto: Francisco Gómez
Francisco Gómez | domingo 1 de febrero de 2015

Ciudad de México. 01 Febrero de 2015.- Heberto Castillo siempre fue muy claro: La unidad de la izquierda y los movimientos progresista de nuestro México, serían lo único que podría ayudar a millones de mexicanos a sentirse orgullosos de su patria, y a luchar por ella como algo realmente posible para ser protagonistas y no sólo invitados. Muchos, algunos, fuimos incapaces de comprender en su justa valía lo que representaba esa legítima aspiración de Heberto para el futuro.

Ahora, como hace 30 años, la izquierda mexicana ha sido dividida por los mismos de siempre, esos que se fueron 12 años para reorganizarse, dejando a sus caporales azules al frente del “negocio”, quienes por si mismos realizaron su festín de sangre y saqueo al puro estilo de nuevos ricos que de paso “gozaron” una suerte de revancha histórica inconclusa de la época de Maximiliano y la locuaz Carlota.

Antes solo fueron necesarios unos simples membretes en una boleta electoral: el monumento a la Revolución, el color rosado solferino, un ronco gallito, e incluso malévolamente la imagen del general Lázaro Cárdenas, a cuyos regenteadores se les arrojaban migajas, y la posibilidad de hacer jugosos negocios, siempre y cuando usaran un recalcitrante lenguaje supuestamente opositor, pero en el fondo de miserable docilidad.

Paso el tiempo y naturalmente esos farsantes se fueron desdibujando, por lo que el pestilente monstruo fue moldeando otros estilos paras sus secuaces; desde la supuesta socialdemocracia vernácula, hasta las caricaturescas botargas personificadas en el doctor Simi; lo que importaba era atenuar la inconformidad social, pero sobre todo dividir el voto en las urnas. No importó que no fuera a favor del dinosaurio pri-panista, lo que entonces se hizo necesario, era que los inconformes no sumaran más votos en contra, y evidenciaran el hartazgo social hacia un modelo económico-político esclavista, criminal y traidor.

Entonces, igual que ahora, el factor principal fue la división de opinión y del pensamiento, para lo cual los medios de comunicación masiva continuarían siendo una herramienta sustancial a favor de los negros propósitos de la oligarquía vernácula que supone que todos somos idiotas.

Está claro, parece ser que muchos ilusos nos marcharemos de esta hermosa tierra con una enorme frustración, pero nuestro silencio traspasara el universo acompañado de la esperanza absoluta y libre que precede al reclamo indeleble de justicia para todos aquellos que sufren y han padecido la maldad de un gobierno tirano, traidor y maléfico, como el que venimos padeciendo en México bajo las siglas del asqueroso Partido Revolucionario Institucional, PRI.

Ese sueño nadie nos lo va a prohibir, esa aspiración de libertad total sin adjetivos no puede ser escatimada por unos tiranos usufructuarios del poder político temporal; por eso apelamos a nuestros hermanos, a la inconformidad consciente, a la rabia hecha sueño, al compromiso de ser lo que alguna vez soñamos, a la aspiración legítima de libertad y felicidad a que todo ser humano tiene derecho; a la absoluta decisión soberana y rebelde…

Heberto. Nos impulsaste a defender la riqueza nacional que suponían los hidrocarburos; nos invitaste a soñar en defender la soberanía; nos mostraste como ir en pos de un socialismo mexicano; insististe hasta tu muerte en el valor de la historia madre para hacer resurgir a nuestro pueblo…; todo eso no puede quedar a la intemperie.

Cuanta falta nos haces Heberto

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