“(…) …es hora de una estrategia más efectiva que la denuncia, aunque la denuncia valga, una estrategia para explicar de dónde viene la violencia, su consustancial arraigo en el patriarcado como forma de vida, cómo crece y se desarrolla al amparo de la permisibilidad social.”
Sara Lovera |
Por Sara Lovera | domingo 24 de mayo de 2015
SemMéxico. Una semana, la pasada, atribulada. La violencia como fenómeno recurrente atenta contra el bien vivir y contra la democracia. Silvia Romero, del PRD, candidata a una diputación plurinominal, fue secuestrada cerca de Altamirano, Guerrero, devuelta a las 48 horas; el 12 de mayo en la carretera federal Chilapa-Tlapa, Valentina Rosendo candidata a la presidencia municipal de Acatepec por Morena, tuvo un atentado; y el día de hoy Néstora Salgado García cumple dos semanas en huelga de hambre.
Estos son algunos de los hechos más elocuentes de cómo crece, se bifurca, existe la violencia contra las mujeres, políticas, indígenas, urbanas, mayores, jovencitas, niñas.
Quién no recuerda a Velentina Rosendo, violada por un puñado de soldados hace 12 años, allá en Barranca de Bejuco, Guerrero. En Morena han captado a varias personas del mundo indígena, y ahora están en peligro constante. Digo, para no hablar ahora de Chiapas, donde el panorama no parece mejor.
Dice el periodista Luis Velázquez en su blog que el último año 72 gays fueron asesinados en Veracruz y que en las últimas dos semanas asesinaron a una mujer en Cuitláhuac, de 50 años; a otra de 40 años en Córdoba, que van más de 30 asesinadas en Orizaba y apenas hace unos días asesinaron a una niña en Coatzacoalcos, sin considerar dice Luis, a otras 15 en Boca del Río. Todo ello, curioso, del centro al sur del estado.
Luis, profesor hace años de la Universidad Veracruzana, y Premio Nacional de Periodismo se dolía en su texto, publicado en su blog llamado Expediente de la desgracia veracruzana de tener primeros lugares en cosas terribles: primero en crímenes contra periodistas, segundo en secuestros y fosas clandestinas, tercero en robo de ductos petroleros, y primero, dice el periodista, en exportar y explotar trabajadoras sexuales.
Los datos son terribles. Lo pienso cuando pregunto, ¿será que el único recurso político para frenar la violencia contra las mujeres es el asunto de la alerta de género? O más bien ese parece ser el único recurso político/feminista, mientras transcurren todas estas calamidades. Un amasijo de violencias. Creo que es inadmisible únicamente contar muertas o muertos, como hacen muchas organizaciones sociales con postura política, que luego, como me contó el otro día una periodista: “anduve en todo el mundo, denunciando las cifras de la violencia contra periodistas” y le pregunté ¿Y luego qué haces? ¿Nada más dices? Bueno decir es bastante, pero falta, dolerse es humano, pero falta.
Ojo para las y los periodistas, decir, ese sí es el único recurso. No obstante en el Distrito Federal, estamos organizadas y organizados, para hacer mucho más, incluida la protección y la capacitación. Pero al parecer lo que valen son las cuentas de muertos y muertas. Es como desahogarse, como cuando un súper rico explotador va al confesionario. Es una salida.
Se trata, me parece, de examinar qué sucede. Por qué en Veracruz se concentra tanta violencia, donde ocurren desde hace años actos de humillación para las mujeres y para niños y niñas, como dejó asentado uno de los primeros estudios, hace unos 20 años, dirigido por la célebre Patricia Duarte ¿ya se les olvidó?
¿Qué pasa con los diagnósticos de la Cámara de Diputados?, también han sido desestimados. Por qué el sólo ojo en los asesinatos de mujeres y no en la cadena de violencia que se une a otros tejidos sociales: los crímenes homofóbicos, la persecución a las candidatas de toda clase en Guerrero, en medio de una tormenta de sucesos, incluido el caso de los 43 de Ayotzinapa; y ahora ese malestar continuo: Néstora Salgado García, coordinadora de la policía comunitaria de Onilalá, en la cárcel – sus seguidores dicen que es presa política—y quien sólo ha pedido una cosa administrativa, que la cambien de penal, ante lo cual hay oídos sordos.
¿Qué vamos a hacer frente a este engranaje complejo de la violencia por todas partes? ¿Sólo contar a las muertes? ¿Ponerlas en un cuadro bien hecho, cuidadosamente diseñado en un blog o una web? ¿Números para los informes de las agencias internacionales? O vamos a ver, a buscar canales para que la violencia, incluida la institucional, sea puesta en la picota.
Que quiero decir. Que es hora de una estrategia más efectiva que la denuncia, aunque la denuncia valga, una estrategia para explicar de dónde viene la violencia, su consustancial arraigo en el patriarcado como forma de vida, cómo crece y se desarrolla al amparo de la permisibilidad social.
Qué relación tiene la violencia con la creencia de que los hombres valen más que las mujeres. Cuándo vamos a organizar un análisis de dónde ponen los gobernadores el dinero para atender y prevenir la violencia de género; cuando vamos a pedir rendición de cuentas sobre esos presupuestos. Quién averigua, sistematiza y difunde algo sobre el personal que atiende a las mujeres violentadas; ¿fue capacitado?, ¿se le dieron los instrumentos o simplemente un tallercito superficial de cuatro horas? Donde ofrecen: “les vamos a contar la terrible historia”, ahora les toca cambiar para siempre y ya.
Luego está bien. Hay un observatorio del feminicidio, que también documenta dónde están o no están las averiguaciones, ¿dónde está esa información? ¿Por qué no la difunden y cuándo?, me pregunto, tendremos un observatorio profesional, con informes sistemáticos y hondura sobre la violencia en los medios de comunicación.
Se me ocurren otras cosas, como organizar a las mujeres, como producir por millones volantes con algunos esquemas que las lleven a prevenir la violencia; urge convocar a muchas abogadas para que trabajen en los municipios, abogadas con conciencia; que se haga una fenomenal y abarcadora campaña capaz de explicar qué es la violencia de género.
En todo ello hay que invertir recursos mentales, intelectuales, políticos y económicos. No sé cuánto cuesten los aparatos de conteo de muertas y muertos, en el terreno de las y los periodistas y en el asunto de las mujeres. Me horroriza sólo la denuncia y me horroriza el reduccionismo, esa herencia de subordinación que nos mata. Siempre pedir al poder, depender del poder y hostigar al poder, me refiero a la cúpula del poder, a los gobernantes y gobernantas, y todas las demás personas ¿qué?
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