“(…): la fuga es fruto de la corrupción política que corroe al gobierno de Enrique Peña Nieto, enlodado él mismo y varios de sus secretarios de Estado, gobernadores y algunos de sus principales operadores en el Congreso.”
Senador Javier Corral Jurado |
Jueves 23 de julio de 2015
La semana pasada y la que corre están sobrecargadas de manipulación informativa. El gobierno de Peña Nieto despliega con éxito el control que ejerce en una buena parte del sistema de medios de comunicación electrónica para distraer a la opinión pública de la causa fundamental que origina la fuga del Chapo Guzmán. Entretienen y embaucan con los detalles técnicos de la construcción del túnel, la velocidad con la que cruzó en motocicleta la longitud de la obra; hay una docena de hipótesis sobre el destino de la tierra excavada y las formas en las que se transportó; cómo se destruyó el brazalete ocupó un par de días, el tiempo de la alerta desde que se hundió en el punto ciego de la regadera, desata cálculos matemáticos. El engatusamiento nos lleva a especulaciones e interpretaciones fabulosas.
En su cinismo frente al fracaso, en su falta de rubor por la incompetencia, el gobierno eleva al Chapo Guzmán a la categoría de genio de la construcción de túneles y lo presenta ante el mundo como el narco con record internacional en evadirse de penales de máxima seguridad. Pero por más que la estrategia oficial pretenda presentar la fuga del Chapo como el resultado de una obra de ingeniería milimétrica conducida por geolocalización, y un movimiento perfecto en tiempo cronometrado, ninguna de esas dos destrezas podrá desplazar la verdad del problema fundamental: la fuga es fruto de la corrupción política que corroe al gobierno de Enrique Peña Nieto, enlodado él mismo y varios de sus secretarios de Estado, gobernadores y algunos de sus principales operadores en el Congreso.
Las preguntas se vienen en cascada: ¿Por qué no se le iba escapar El Chapo, al régimen más corrupto y corruptor de los últimos 50 años en México? ¿Desde cual fortaleza legal se vigila a los delincuentes, si el Presidente de la República aún no puede explicar la posesión de la Casa Blanca con un valor de casi 7 millones de dólares? ¿Dónde está el ejemplo de la acción anticorrupción si el Presidente Peña Nieto es el primero en proteger y reconocer como su preferido al vulgar ladrón de César Duarte, Gobernador de Chihuahua? ¿Cómo mantener la burla de la casa de Luis Videgaray en Malinalco?
Todas las respuestas las conoce el carcelero del Altiplano, esa imagen que quizá pueda desdoblarse en una docena o varias, de personas que se coludieron para que la obra perfecta se realizara sin contratiempos, para que el movimiento cronométrico transcurriera sin sobresaltos. Porque cuando la cabeza de un sistema político está mal, todo el cuerpo institucional resiente y asimila sus dolencias. La fuga es fruto de la debilidad institucional de un sistema corrompido, en el que ni más ni menos, su figura central, vértice del poder – el Presidente de la República -, está tocado en su integridad personal y política. Un gobierno agotado a la mitad de su mandato; derruido el último resquicio de credibilidad y confianza.
Por eso mismo parece que la fuga no traerá ninguna consecuencia legal ni política para los responsables de la Seguridad del país. El Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; el Comisionado Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido y el titular del CISEN, Eugenio Ímaz, siguen en sus cargos a una semana de la fuga. Lo que para Peña Nieto sería “imperdonable” se volvió “dispensable”, aquello que sería “algo más que lamentable” ahora se detiene en la responsabilidad de los custodios y los encargados de la vigilancia del penal. No obstante que el Presidente le preguntaba todos los días al titular de Gobernación, “¿lo tienes bien vigilado? ¿estás seguro?”, éste no será removido. La complicidad del régimen está sellada con casas multimillonarias compradas con facilidades de pago a un constructor favorito del gobierno.
El Secretario de Gobernación tiene un indeclinable compromiso con la Patria; su deber de cuidarnos es irrenunciable, no piensa dejarnos a la deriva o lo que sería peor, en manos de Beltrones o Luis Miranda. La corrupción traza su cinismo: “su servidor tiene una responsabilidad con el país, y quiero decirles que los momentos de crisis no son para renunciar, son para enfrentarlos, y ha sucedido un evento muy delicado que debemos de investigar, sancionar y por supuesto la recaptura de este delincuente”. Una gran parte de la opinión pública sigue maravillada por el súper Chapo Guzmán. En Culiacán, Sinaloa, se celebra una misa por su reconquistada libertad. Pero es la corrupción, la enorme tragedia de los días que corren.
Artículo publicado en El Universal
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