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“Donald Trump es un racista confeso quien ha descalificado a los mexicanos como ‘criminales’ y ‘violadores’. (…). En respuesta, el gobierno de Enrique Peña Nieto ha mantenido un silencio cómplice y criminal. El ocupante de Los Pinos no ha emitido pronunciamiento alguno sobre el tema y sus voceros han hecho todo lo posible por evitar cualquier cuestionamiento o confrontación (…).”.

Donald Trumpt y Enrique Peña Nieto. Foto SIR

Lunes 7 de marzo de 2016

Donald Trump es un racista confeso quien ha descalificado a los mexicanos como “criminales” y “violadores”. El precandidato presidencial ha anunciado que de ocupar la Casa Blanca expulsaría a millones de connacionales de los Estados Unidos y obligaría al gobierno mexicano a construir una enorme muralla en la frontera entre los dos países. Sus ataques a México y a los mexicanos se han convertido en uno de los ejes principales de su campaña presidencial, junto con sus posiciones igualmente retrógradas con respecto a los musulmanes y el Medio Oriente.

En respuesta, el gobierno de Enrique Peña Nieto ha mantenido un silencio cómplice y criminal. El ocupante de Los Pinos no ha emitido pronunciamiento alguno sobre el tema y sus voceros han hecho todo lo posible por evitar cualquier cuestionamiento o confrontación. La semana pasada, Enrique Guzmán, titular de la Oficina de la Presidencia de la República, declaró a la agencia Bloomberg que el gobierno de Peña Nieto trabajaría de igual manera con Trump que con cualquier otro Presidente del país vecino (véase: http://ow.ly/YZzyF).

VIDEO: "ENRIQUE PEÑA NIETO ES EL DONALD TRUMP DE MÉXICO"



En otras palabras, el actual Presidente mexicano se subordinaría y se pondría a los órdenes de Trump de la misma forma en que lo ha venido haciendo con el gobierno de Barack Obama. Por ejemplo, hace unos días el titular del Estado mexicano se rebajó al nivel del vice-presidente estadounidense, Joseph Biden, durante la visita de aquel a la Ciudad de México para participar en una reunión con empresarios y oligarcas mexicanos. Peña Nieto recibió en privado al segundo de Obama durante más de una hora y posteriormente dieron una conferencia de prensa conjunta a los medios de comunicación.

Las reglas de la diplomacia exigen que haya una estricta igualdad con respecto a las relaciones públicas entre dos países soberanos: presidentes con presidentes, vice-presidentes con vice-presidentes, y procuradores con procuradores. Sería ridículo imaginar, por ejemplo, la celebración de una conferencia de prensa conjunta en la Casa Blanca entre Obama y Miguel Angel Osorio Chong o Arely Gómez. Al colocarse al nivel de Biden, Peña exhibió públicamente lo que la mayoría de los mexicanos ya teníamos claro: el actual titular del Estado mexicano no trabaja para el pueblo mexicano sino que funge como un empleado más del gobierno de Washington y de los empresarios de Wall Street y Silicon Valley.
Esta lamentable situación explica porque Peña Nieto no se ha atrevido a cuestionar frontalmente a Trump. Como un buen serviente al poder, el actual ocupante de Los Pinos prefiere quedar bien con quien podría llegar a ser su jefe en lugar de complacer a los ciudadanos a quienes supuestamente tendría que rendir cuentas.

Pero el servilismo de Peña Nieto hacia el norte no es lo único que explica el desdeñable comportamiento del Presidente de todos los mexicanos frente a la amenaza clara y presente que implica la candidatura de Trump. En realidad, el Presidente mexicano y el aspirante republicano comparten una visión similar del mundo. Ambos hombres desprecian profundamente la cultura y la educación y viven en un mundo lleno de champaña, aduladores y guardaespaldas que los aisla totalmente de los sufrimientos y las esperanzas del pueblo humilde.

Ambos políticos sirven al mismo amo: el dinero y el poder. Si bien las fortunas de Peña y de Trump vienen de fuentes distintas, las arcas gubernamentales para el primero y la explotación capitalista para el segundo, ambos personajes se sostienen como figuras públicas gracias al saqueo de recursos ajenos.

Si bien Trump es más explícito con respecto a su desprecio para México y los mexicanos, Peña en realidad comparte el mismo odio para la historia y la cultura de los habitantes de su propio país. Tal y como documentamos en el libro El mito de la transición democrática, desde el primer día de su mandato Peña ha encabezado una ofensiva ideológica, política y económica en contra de todas las tradiciones y los valores humanistas de los mexicanos.

Hoy ya queda claro que el lema “Mover a México” en realidad significa “Destruir a México”. La “reforma energética” ha llevado al desmantelamiento de Petróleos Mexicanos (PEMEX). La petrolera pública sufre actualmente un enorme quebranto financiero y pocas posibilidades para crecer en el futuro a causa de la entrega de sus yacimientos a consorcios privados y extranjeros. Y la “reforma educativa” no ha sido más que un ataque disfrazado en contra de todos los maestros, y en particular aquellos más críticos que defienden la tradición mexicana de educación crítica y humanista. La semana pasada, esta reforma ya generó sus primeros despidos masivos, con la separación de su cargo de más de 3,400 profesores. Recordemos también que Peña Nieto se ha adelantado a Trump con respecto a políticas anti-migrantes. México ahora expulsa a más hermanos latinoamericanos de su territorio que el mismo gobierno de los Estados Unidos.

La entrega de nuestro oro negro a las grandes transnacionales, la aniquilación de los maestros críticos y el acoso a los migrantes centroamericanos constituyen la contracara de las políticas racistas y fascistas de Trump. Peña y Trump juntos buscan acabar con cualquier resistencia ciudadana o popular al predominio absoluto del dinero y la corrupción en América del Norte.

Lamentablemente, Hillary Clinton no es mejor. Ella es la candidata que cuenta con mayor respaldo de parte de la industria militar, de acuerdo con la organización “Open Secrets” con sede en Washington, D.C. (véase: http://ow.ly/YZrxT). Las empresas militares han donado veinte veces más a la campaña de Clinton que a la del mismo Trump

La salvación entonces no vendrá del norte, ni desde las cúpulas del poder financiero y político global. El camino hacia la justicia y la paz lo tendremos que construir nosotros desde el sur, desde abajo y a la izquierda.

www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
Publicado en Revista Proceso No.2052

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