“(…) Los oligarcas buscan ahorcar a toda la clase trabajadora, dejándola sin servicios médicos, jubilaciones o cualquier prestación social, como castigo por su osadía de salir a las calles en defensa de su derecho humano fundamental a una vida digna. (…).”
Foto de Proceso |
Martes 9 de agosto de 2016
Ciudad de México. Como si México no tuviera ya suficiente sangre derramada en las calles, los dueños del país ahora buscan por todas las vías posibles que el gobierno acabe violentamente con las protestas magisteriales. Como vampiros que requieren de una dotación diaria de sangre ajena para sobrevivir, los oligarcas claman por una nueva acción represiva del Estado. Para ellos, las negociaciones en la Secretaría de Gobernación son una pérdida de tiempo. La única respuesta posible a la dignidad rebelde es el pelotón de fusilamiento.
Los hombres y las mujeres más adinerados de México han declarado una guerra de clase en contra de todos los trabajadores del país en venganza por la huelga magisterial. Aparte de sonar los tambores de guerra, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN) y la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) también amenazan con suspender el pago de sus obligaciones fiscales, incluyendo sus contribuciones al Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS).
Hay que entender bien el mensaje. Los oligarcas buscan ahorcar a toda la clase trabajadora, dejándola sin servicios médicos, jubilaciones o cualquier prestación social, como castigo por su osadía de salir a las calles en defensa de su derecho humano fundamental a una vida digna. Al escalar el conflicto de esta manera, los empresarios monopólicos han convertido la lucha de los maestros en contra de la reforma educativa en una lucha generalizada del pueblo humilde a favor de la justicia social.
Todo lo público le es ajeno a los dueños del país. Consideran cualquier gasto en escuelas, hospitales, transporte, espacios o servicios públicos como un desperdicio, una dádiva inútil para “vándalos” y “flojos” que supuestamente no pueden proveer por sí mismos. Y debido a su formación neocolonial e ideología racista los oligarcas se quejan con particular amargura cuando el gasto público fluye al sur del país.
Pero en realidad la situación es a la inversa. Quienes no trabajan son los capitanes de las empresas monopólicas que se dedican a jugar golf y a revisar sus estados financieros sobre botellas de champagne. Sus empresas no serían nada sin el sudor y la enorme dedicación de los trabajadores mexicanos. Asimismo, es el sur de México el que cuenta con mayor potencial para desarrollarse humanamente a partir de sus milenarias tradiciones indígenas y su gran historia de solidaridad y participación social.
Al parecer, ya quedó en el pasado aquella época en que México todavía contaba con empresarios preocupados por el futuro de su país. Aquellos empresarios patrióticos entendían que el gasto público no era un desperdicio sino una inversión en la fuerza de trabajo y en la fortaleza de la nación. ¿Quedará algún empresario hoy dispuesto a levantar la voz públicamente en defensa de México, sus maestros y su gente?
Hoy quienes comandan la economía nacional solamente se preocupan por sí mismos. La mayoría pasan más tiempo fuera del país, en sus departamentos en Nueva York, sus casas en Texas o Miami o sus chalets europeos, que dentro del territorio nacional. Para ellos el valor de México no se encuentra en su pueblo, sus instituciones o su historia, sino solamente en sus recursos naturales y su mano de obra barata. México no es su patria sino solamente un jugoso negocio.
Es precisamente por ello que los amos y señores de México promueven una reforma educativa enfocada exclusivamente en la formación de “competencias para el mercado” y buscan marginar el pensamiento crítico del currículo escolar. No les conviene tener trabajadores conscientes y organizados, sino solamente empleados ignorantes y dóciles.
De acuerdo con las definiciones clásicas de la ciencia política, en un sistema “democrático” gobierna el pueblo, mientras en una “oligarquía” domina un pequeño grupo de potentados. La celebración de elecciones periódicas no tiene relevancia alguna si siguen mandando los mismos de siempre. Urge que en México pasemos a una nueva fase en que el gobierno rinda cuentas a las grandes mayorías, y no solamente a un puñado de elitistas vendepatrias.
Los maestros están dando una enorme lección al pueblo de México. Su gran disciplina, organización, constancia y valentía han puesto al gobierno y a la oligarquía en jaque. La reforma educativa se tambalea y los presos políticos poco a poco van alcanzando su libertad.
Pero no basta solamente expresar nuestra solidaridad con el magisterio. También habría que replicar su ejemplo en los otros sectores de la sociedad y la economía. La coyuntura actual constituye una gran oportunidad para que los universitarios, los médicos, los mineros, los empleados de trasnacionales como Wal-Mart, Starbucks, Coca Cola y McDonalds, así como los trabajadores agrícolas, también se organicen en defensa de sus derechos laborales fundamentales, tutelados por el artículo 123 constitucional.
Nuestros salarios cada vez alcanzan para menos. Los aumentos a la gasolina, a la luz y a la canasta básica implican un robo hormiga constante a los bolsillos de los trabajadores del país. Y ahora los oligarcas echan sal a la herida con su descarada amenaza de también cortar el servicio médico, las pensiones y los servicios sociales proporcionados por el IMSS. Este tipo de acciones confirman la necesidad de transformar de fondo la estructura de poder social con el fin de generar una nueva patria más igualitaria, justa y democrática.
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
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