* Edgar Clement da gracias a René Avilés Fabila desde Nezahualcóyotl
Miércoles 12 de octubre de 2016
Murió René Avilés Fabila.
Me entristece mucho.
No porque me entristezcan las muertes, me gusta imaginar que a donde vayamos siempre será algo mejor: la nada es mejor.
Me entristece porque no fui a verlo, porque por la desidia o por el trabajo o por cualquier pretexto no fui a darle las gracias.
René dirigía el suplemento cultural El Búho, de Excélsior. Miguel Ángel Dávila me llevó a presentarme con René, Miguel participaba diseñando y formando el suplemento al lado de "El Loquillo", el Diseñador oficial en aquellos tiempos de paste-ups, pegar galeras de texto con cera, cortar las ilustraciones a navaja y mandar a la cámara oscura de fotomecánica del diario, por a'i de 1989.
Entre los lunes de asignar trabajo y el miércoles de formar el suplemento las reuniones con René eran fascinantes. Las de los lunes en la oficina eran por demás interesantes por la presencia de celebridades que desfilaban para entrevistarse con él y entregar su colaboración o sugerir algún proyecto, lunes de charlas cultas, de citas memorables, de anécdotas entre escritores, pintores, poetas, políticos, intelectuales, todas contadas de primera mano. Los miércoles, en los talleres de Excélsior eran eso: puro taller, cuasi lumpenaje, trabajo entre risotadas, albures, mentadas de madre, confesiones y declaraciones que ahora ninguna pasaría los estándares de la corrección política.
Mundano, elegante, seductor, culto, se decía de izquierda, pero era difícil de creérselo viviendo en Tlalpan y vistiendo de gazné. Parecía más bien un bon vivant, porque sobre todo René era un seductor. A veces, cuando quería yo caer bien a alguien y al mismo tiempo dármelas de culto y cool imitaba algunos gestos y fórmulas conversatorias de René. Muchas veces funcionaron, algunas hasta las incorporé a mi manera de ser. No sé si aún sobreviva alguna de esas técnicas “avilesianas” en mí. Ojalá y sí, hace mucho que dejé de fijarlo en mi mente cuando pretendo ser encantador.
René me dio mi primera oportunidad para trabajar en un medio formal.
Gracias a la complacencia de René para conmigo di el salto de las revistas marginales, las calcomanías piratas y los diseños para carteles de sonideros a insertarme en la prensa nacional. Nunca se quejó si por coincidencias del trabajo terminaba prácticamente acaparando todo el suplemento; al contrario, siempre me alentó para hacer cuanto pudiera: ilustración, retrato, cómic, y a veces, por el hecho de estar presente en la formación del suplemento los miércoles en el taller, si de repente había que llenar espacio, Miguel Ángel me pedía echarme un tintazo para viñetear el hueco, René no decía ni pío.
En el suplemento nos llevábamos pesado, y aunque en la chacota oficialmente yo era un albañil de Neza rescatado por El Búho, René siempre me ponderó como artista, siempre me invitó a su mesa y me invitó a su casa; una vez incluso, mientras me enseñaba su biblioteca y su colección de caricaturas me preguntó qué pensaba del suplemento, y como ya andábamos medio pedones me sinceré. René escuchó en silencio, el lunes la broma era: "¡A este cabrón lo invito a mi casa y nomás va a vituperarme!". Por un momento creía que ya la había yo cagado, pero fuera de la carrilla de la que nadie se escapaba, el trato de René hacia mí no sólo fue más amable, sino también más generoso.
Luego de que desapareciera El Búho como suplemento dominical de Excélsior no volví a verlo.
Nunca le di las gracias.
Un día, por casualidad pasé por su Fundación, en la calle de Yácatas. Se me ocurrió tocar, pregunté por René, y de pura chingadera él estaba allí, esperaba a que vinieran por él para ir a no sé dónde, apenas tuvo tiempo para darme un recorrido por el lugar y desde luego invitarme a hacer lo que quisiera con el espacio.
Nos saludamos con mucho afecto, creo que lo noté contento de verme y yo también lo estaba. Quedamos en que un día pasaría a verlo para comer juntos o algo. Nunca fui.
Frecuentemente recibía notificaciones de sus homenajes y reconocimientos, y me decía "ahora sí iré a saludar a René". Nunca fui. Nunca le di las gracias.
Pinche René.
Voy a extrañar esa sobremesa que nunca tuvimos juntos, ya sea por desidia o por el trabajo o por cualquier pretexto.
Pinche René. Gracias.
(Y le paro porque ya me ganó la lagrimita).
* Edgard Clement escribió estás líneas al día siguiente de la muerte del escritor René Avilés Favila. Clement es uno de los más connotados creadores de comics en México, autor de Operación Bolívar y Los Perros Salvajes entre otras obras. Creció, vivió y aún hoy en día habita o medio radica por exigencias de su trabajo en Ciudad Nezahualcóyotl.
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