El senador Miguel Barbosa Huerta, exdirigente del PRD, ahora promoverá el voto a favor de Morena. Foto Especial. |
Lunes 24 de abril de
2017
La experiencia de los fraudes de 1988, 2006 y 2012 ha
demostrado que la única manera de derrotar en 2018 al sistema de muerte,
corrupción e impunidad que hoy nos malgobierna será por medio de una enorme
avalancha de participación ciudadana capaz de inundar las calles y las urnas
con dignidad ciudadana. La próxima elección presidencial no puede limitarse a
mera decisión entre candidatos, sino que la población debe entender el momento
electoral como un gran plebiscito sobre el pasado, el presente y el futuro de
la nación.
Para generar esta importante coyuntura de activación social,
Morena tiene la responsabilidad histórica de abrirse a los diferentes sectores
de la sociedad, pero sin perder su brújula ética o la integridad de su proyecto
alternativo de nación.
Existe una enorme diferencia entre abrirse a la ciudadanía y
pactar con el poder. Por ejemplo, la firma de los pactos de unidad por
personajes diversos en las diferentes capitales del país no implica que Andrés
Manuel López Obrador este cediendo espacios dentro de la estructura
del instituto político, sino solamente que el nuevo partido busca romper con el
sectarismo que tanto daño ha hecho a la izquierda mexicana durante las últimas
décadas.
Mientras el López Obrador y las bases sociales de Morena
mantengan el control sobre la línea política y la determinación de las
candidaturas a cargos de elección popular, el nuevo partido ciudadano tendrá
suficiente fuerza e independencia para recibir, digerir y poner a trabajar a
los nuevos cuadros sin que ello implique la desviación del proyecto original
del partido.
Un chapulín no hace verano. La independencia y la autonomía
hoy de López Obrador se compara muy favorablemente con la situación en 2012.
Hace seis años, el tabasqueño se vio obligado a compartir el
poder con los grupos más retrógrados del PRD. Por ejemplo, los chuchos,
los ebrardistas y los bejaranistas impusieron el candidato a la jefatura de
Gobierno del Distrito Federal y la mayor parte de las candidaturas al Congreso
de la Unión. Ello explica el desastre de la gestión de Miguel Ángel Mancera, el
bajo perfil de la bancada del PRD electa al Senado en 2012, con integrantes tan
cuestionados como Armando Ríos Piter, Zoé Robledo y Raúl Moron, y el desempeño
tan pobre del grupo parlamentario bajo el mando de Miguel Barbosa.
El hecho de que algunos de estos personajes han firmado el
pacto de unidad hacia 2018 no implica que serán candidatos de nuevo y mucho
menos que determinarán la línea política del partido. Se han subido muy tarde
al barco de la esperanza y tendrán que esperar en la fila o, en su caso,
demostrar por medio de un sólido trabajo cotidiano y un claro ejemplo de
rectitud que merecen encarnar el proyecto de Morena en algún espacio de
gobierno o de representación en el futuro.
Quienes han llegado a ocupar cargos públicos con Morena
tienen un perfil muy distinto a los que llegaban antes con el PRD. Por ejemplo,
la primera bancada de Morena en la Cámara de Diputados, electa en 2015, se
distingue de los otros grupos parlamentarios por su carácter limpio,
independiente y ciudadano. Las y los diputados Rocío Nahle, Virgilio Caballero,
Araceli Damián, Delfina Gómez, Cuitláhuac García, Guillermo Santiago, Ernestina
Godoy y Rogerio Castro, entre otros, tienen trayectorias pulcras de lucha
social y de compromiso popular. Todos donan la mitad de sus salarios al
proyecto de las escuelas universitarias, ni uno solo votó a favor del gasolinazo y
se han negado rotundamente a avalar la ley de seguridad interior.
En general, la bancada de Morena en la Cámara de Diputados
se ha mantenido firme en su posición digna de jamás pactar con los
representantes del sistema de corrupción y oprobio. Es notorio el contraste
radical de esta actitud con la forma de proceder de Mancera y de la bancada del
PRD en el Senado a partir de 2012.
Quienes gritan histéricamente que Morena se encontraría a la
puerta del infierno, a un paso de convertirse en otro PRD, deberían serenarse y
evaluar con perspectiva histórica la coyuntura actual.
La verdadera noticia no son las estrategias desesperadas de
los oportunistas de siempre para quedar bien con el próximo presidente de la
República, sino la contundente victoria de López Obrador y Morena sobre los
corruptos y los vendepatrias que echaron a perder al PRD.
Hace apenas tres años, pocos pensaban que Morena pudiera
alcanzar, y mucho menos rebasar, la presencia electoral del PRD. Incluso se le
acusaba falsamente a López Obrador de dividir la izquierda.
Hoy el escenario es totalmente distinto. La izquierda ya
cuenta con un nuevo y depurado vehículo político listo para unir la resistencia
ciudadana y conquistar el poder en 2018.
Twitter: @JohnMAckerman
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