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Lunes 13 de noviembre
de 2017
La misma prensa financiera internacional que alabó tanto a
Enrique Peña Nieto al principio de su sexenio, fabricando un supuesto “Mexican
moment” de modernidad y desarrollo a partir de las “reformas
estructurales”, ahora se lanza contra Andrés Manuel López Obrador. Influyentes
medios globales recurren una vez más a tesis disparatadas con el fin de
legitimar al actual régimen autoritario mexicano, ahora de cara a las próximas
elecciones presidenciales de 2018.
De acuerdo con Richard Ensor, corresponsal en México de la
revista británica de corte neoliberal The Economist, hasta el mismo General
Lázaro Cárdenas del Río supuestamente repudiaría el “populismo” de López
Obrador. De acuerdo con el periodista, quien escribió
el pasado 4 de noviembre bajo el pseudónimo “Bello”, el General Cárdenas
era un político pragmático que construía instituciones, unificaba el país y se
llevaba bien con los Estados Unidos. En contraste, el tabasqueño no es más que
un demagogo que divide la nación, mina la institucionalidad democrática y
provoca a Trump de manera irresponsable. Ensor remata con una cita de
Cuauhtémoc Cárdenas que invita a diferenciar entre la “popularidad”
constructiva del General y el “populismo” destructivo de otros líderes.
Ensor en realidad no hace otra cosa que repetir la misma
estrategia utilizada por Peña Nieto para supuestamente justificar su reforma
energética en 2013. En la exposición de motivos de su iniciativa de
modificación constitucional que logró desmontar las conquistas de Cárdenas en
la materia, el originario de Atlacomulco escribió con enorme cinismo que “la
iniciativa que se somete a la consideración de esa Soberanía se basa en las
ideas fundamentales de las reformas del Presidente Lázaro Cárdenas consecuentes
con la expropiación petrolera de 1938”. Y remata señalando que “el espíritu de
las reformas cardenistas fue nacionalista sin duda, pero también modernizador,
visionario y pragmático.”
Los neoliberales están desesperados por presentarse como los
verdaderos herederos de próceres de la patria como Lázaro Cárdenas. Basándose
en mentiras, quieren arrebatarle de la izquierda el estandarte de la dignidad
republicana.
Es cierto que Cárdenas era profundamente institucional,
visionario y pragmático. La mentira, sin embargo, reside en la idea de que el
régimen actual, y no la oposición obradorista, sería la fuerza política que da
seguimiento y continuidad a este ejemplo histórico.
Los revisionistas distorsionan la realidad con fines
políticos. Por ejemplo, Ensor escribe que uno de los grandes logros de Cárdenas
fue supuestamente haber creado el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En realidad, el partido que creó Cárdenas el 30 de marzo de 1938 no fue el PRI
sino el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), un partido de masas firmemente
cimentado en el poder popular y la organización social.
El PRI como tal no se creó sino hasta 1946 y nació para
repudiar y desarticular las reformas cardenistas. Fue a partir del sexenio de
Miguel Alemán Valdés, el primer Presidente emanado del PRI, que se estableció
el sistema de autoritarismo neoliberal, de represión estructural y de
hipocresía institucionalizada que sigue vigente hasta la fecha. Es falso
sostener que el PRI de hoy de alguna manera es una continuidad del cardenismo.
La realidad es que ese partido surgió como un abierto repudio al legado del
General.
Otra distorsión mal intencionada de Ensor es su afirmación
de que supuestamente no existen pruebas del descarado fraude de 2006 y que las
protestas de López Obrador en aquel año minaron las instituciones democráticas.
El periodista evidentemente no ha revisado los cientos de páginas de la
impugnación de la validez de la elección presidencial presentado en su momento
a las autoridades electorales por los abogados del tabasqueño. Tampoco ha leído
los numerosos libros y artículos escritos sobre el tema desde entonces.
En todo caso, si la elección de 2006 fue perfectamente
limpia y democrática, como supone Ensor: ¿Por qué destruir las boletas
electorales utilizadas en la elección sin permitir una revisión ciudadana
previa de acuerdo con la ley de transparencia, tal y como lo demandaron miles
de ciudadanos y la misma Revista Proceso?
También vale la pena recordar que las protestas de López
Obrador en 2006 no fueron para obligar a las autoridades electorales a que se
le reconociera como Presidente, sino para exigir transparencia. Su demanda
principal fue el famoso “voto por voto”, es decir, el recuento total de la
votación con el fin de esclarecer los resultados. Los historiadores serios del
futuro verán este episodio no como un ejemplo de la supuesta incultura
democrática de López Obrador, sino como una muestra clara del compromiso del
tabasqueño con la participación ciudadana a favor del funcionamiento
transparente de las instituciones públicas.
Finalmente, Ensor también se lanza contra López Obrador por
supuestamente andar de “buscapleitos” con Donald Trump. El periodista sugiere
que López Obrador haría bien en seguir el ejemplo de Cárdenas, quien fue más
conciliador y pragmático en sus relaciones con Washington.
La comparación es francamente ridícula. Franklin Roosevelt,
Presidente de los Estados Unidos durante el sexenio de Cárdenas, era un líder
inteligente e ilustrado con gran sensibilidad social. En contraste, Trump es un
bully ignorante, elitista y racista. Quien no responde a Trump con fuerza es
inmediatamente aplastado y humillado, tal y como ha ocurrido recientemente con
Peña y Luis Videgaray.
Resulta evidente que la mejor manera de dar continuidad hoy
al nacionalismo pragmático de los tiempos de Cárdenas no es con un entreguismo
indigno, sino con una firme defensa de la soberanía nacional.
Afortunadamente, no todos los medios internacionales
coinciden con The Economist. Por ejemplo, tanto las declaraciones
Paul Krugman, columnista del New York Times, sobre López Obrador,
así como el reportaje sobre la historia de fraudes electorales en México
publicado recientemente en Le Monde Diplomatique, ayudan a
equilibrar la opinión pública internacional.
Siempre hay que respetar y fomentar la libertad de expresión
y la pluralidad de voces. Pero ello no implica quedarnos callados frente a las
evidentes distorsiones malintencionadas que sirven para legitimar al actual
régimen corrupto y autoritario.
Twitter: @JohnMAckerman
(C) John M. Ackerman, todos los derechos reservados
Publicado en Revista Proceso No. 2141
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