PUEBLO Y MASA
Generalizar que las
personas que forman políticamente parte del Estado y no son de su clase
dirigente, son sabias y buenas, es creer que porque son la mayoría siempre tienen
la razón, lo cual, quienes estamos ahí en esa acepción del pueblo, sabemos que
no es así, muchas de las decisiones que toma son irracionales y a veces
contrarias a todos los valores y derechos humanos habidos y por haber. Hay que
vivir a ras de tierra para saberlo.
Desde los griegos
y romanos se hablaba ya del pueblo con definiciones acordes al desarrollo de las
sociedades de cada época, distintas y diversas, hasta la actualidad en que
existen acepciones que, para no hablar del pueblo llano, sino en términos políticos,
sin distingos de ideología, religión o estatus económico, plantear que el
pueblo somos los integrantes del Estado sin ser parte de su grupo dirigente o
gobernante.
Ya en la
Revolución Francesa con el Contrato Social, se definía también que los seres
humanos nacemos buenos, pero es el entorno social en el que vivimos el que concita
acciones contrarias a lo establecido en las normas aprobadas por la sociedad y
que derivan en actos llamados ahora delitos o infracciones que se castigan por
la ley para asegurar el orden y la paz.
No hay que
olvidar que no vivimos bajo las leyes naturales, donde un animal dentro de la cadena
alimenticia mata a otra para saciar su hambre y no es sancionado por ello. No
hemos visto a un gato que se comió un ratón indiciado por “raticidio agravado”.
En cambio, un ser humano hambriento, pobre, que robe a otro las materias primas
o lo mate para obtener los recursos para saciar su hambre, es acusado de
homicidio y sancionado por la ley.
Un dicho del “pueblo”
es
aquella frase que usan de que “somos libres” cuando todos sabemos que el ser humano
desde que nace no es libre, está sujeto a las normas y leyes del contrato
social, solo puede hacer aquello que la ley le permite no lo que se le ocurra,
porque solo los animales están sujetos a la ley natural, es el ejemplo anterior.
Parece que el sistema escolar es tan malo en la actualidad, que lo que aprendimos
hace medio siglo en la escuela, ya no lo enseñan ahora, porque la gente se cree
libre de hacer lo que quiera y de que todo lo que agarra es suyo, cuando
nuestra actuación está acotada a la ley.
Por eso no se justifican los
dichos de la gente huachicolera de que “somos pobres” y por eso delinquen,
porque una cosa es ser pobre y otra cosa ser ratero; como también es distinto
ser pobre o ser sucio, la pobreza no justifica los delitos ni la falta de pulcritud.
Aunque vivimos en la era
de la sociedad de la información, es claro que, aunque el mundo digital llega a
mucha gente, en las redes hay tanta basura, mucha de ella consumida por las
clases populares del país, donde la apología del delito de todo tipo es lo
común para muchos que incluso se comparan con esos infractores de la ley y
quieren imitarlos.
En términos sociológicos, esos que
abuchean a los gobernadores contrarios a AMLO, no son pueblo, son “masa”, son aquellos individuos que no tienen ideales ni sienten responsabilidad alguna
sobre su entorno.
“Un hombre-masa se le llama a aquel que no se distingue del resto a
quien no le interesa labrarse un porvenir sino tomar aquello que ya le viene
empaquetado. No tiene aspiraciones intelectuales ni espirituales y lo único que
espera de la vida es que lo guíen, que le den el “producto terminado”. Este
sector de la sociedad es enemiga de la democracia y de todo tipo de gobierno
donde el pueblo se represente a sí mismo”.
Una definición aplicable a todos aquellos que convocados por los que los
manejan para estar en los mítines de todos los colores o aquellos que delinquen
escudándose en su pobreza, aunque las imágenes de bidones de gasolinas que se
llevaban en camioneta no correspondan a gente jodida, que no tiene ni para comprar
bidones.
CULTURA DE LA LEGALIDAD
Si ya el nuevo gobierno no roba,
debe ser el ejemplo que los gobernadores y presidentes municipales sigan para
que también los ciudadanos repliquen esa actitud en cada una de sus acciones en
el entorno social y vaya permeando la cultura de la legalidad en todos los
confines del entramado social, la distribución de la riqueza sea horizontal y
llegue a todas las capas sociales sin distingo alguno.
El sistema educativo nacional
debe promover la cultura de la legalidad de las nuevas generaciones para que, como
el toyotismo japonés, sepan que si se encuentran algo no se lo deben llevar
porque no es suyo, sino buscar al propietario de algo olvidado o entregarlo al
área legal correspondiente para que se devuelva.
El pueblo puede ser bueno si el
entorno social en el que se desenvuelve es bueno y enseña el respeto a las
normas y leyes del país, de otra manera no hay garantía de nada, si vives entre
lobos a aullar te enseñan, ahí es donde el cambio de régimen que propone el
gobierno debe de darse; actuar para lograrlo, no con dichos.
Los maestros que tantos derechos reclaman y que dicen que luchando
están enseñando, ¿dónde están? Porque hasta ahorita lo único que han demostrado
es que son huachicoleros de la educación, de la que medran y dejan sin enseñanza
a millones de estudiantes en México que no saben de valores patrios ni de
conocimientos para sobrevivir con tales docentes.
Son tiempos de cambio y no vemos los cambios en la comunicación de
Estado no para estar a la defensiva de los huachicoleros de todos los sectores
del país, si no para ir definiendo el rumbo de la Nación, de sus políticas
públicas y de la transformación de la sociedad que tanto se necesita.
Los medios públicos del Estado siguen igual con sus políticas de comunicación
facciosa, programas insustanciales y de poco interés social, cuando desde ahí
debe promoverse la cultura de la legalidad, de la participación democrática y
la retroalimentación de las políticas públicas que permitan al Estado Mexicano
servir a la Nación desde un régimen distinto y gobierno nuevo.
Hasta ahora solo cambió el gobierno, los mismos actores, los mismos
vicios, los mismos usos y costumbres que se vuelven ley.
FUERZA LEGAL
La cuesta de enero la finalizamos ya con un primer Fiscal General
de la República, que lo primero que hará es darle forma a ese ente para no
repetir los mismos vicios de la PGR, de la que hereda su gente y sus usos y
costumbres, y entonces pueda comenzar a procurar justicia en este país tan
olvidado de ello.
Pero seguimos sin policías confiables
y seguras en nuestros municipios y estados, con una Guardia Nacional en ciernes
que todavía no tiene vida jurídica propia y mucho menos operativa que no sea la
de las fuerzas armadas que hasta ahora siguen en las calles sin pena ni gloria,
en cuanto a la disminución de delitos de todo tipo que sufrimos los ciudadanos en
el país.
Tan cerca de Estados Unidos donde
la legalidad es una cultura cotidiana a la que todos se ciñen y donde no cumplirla
te puede costar hasta la vida, porque el Estado tiene el uso legal de la fuerza
y la aplica hasta en incidentes viales comunes, donde desde que aplicas examen
para licencia de manejo, te instruyen como debes de actuar cuando un oficial te
detiene, donde colocar las manos y que no hacer cuando esto sucede, si no
entiendes inglés con más razón, porque acción distinta puede obligarlo a
dispararte.
Aquí se omite el uso legal de la
fuerza del Estado cuando una turba roba los bienes de la Nación, escudados en falta
de combustible, cuando los pobres ni carros viejos tienen para transportarse y
usan el servicio público masivo de transporte.
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