* El PRD se fundó hace tres décadas como el catalizador del
descontento y los anhelos de millones de mexicanos. Era el proyecto de quienes
creían en que era posible una revolución democrática. Hoy, es una entelequia,
una marca registrada al servicio de intereses particulares, un partido en
extinción.
Ernesto Núñez Albarrán @chamanesco
Red-Accion | Ciudad de México, domingo 5 de mayo de 2019
Habían pasado tres meses desde las fraudulentas elecciones
del 6 de julio de 1988, cuando un grupo amplio de mexicanos reunidos en un
salón del hotel Vasco de Quiroga de la Ciudad de México lanzaron un llamado a
la sociedad mexicana para crear una organización que fuera la expresión
política del cambio social y cultural que se había vivido en la campaña
presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas.
“El partido de la democracia, de la constitucionalidad, de
la Revolución Mexicana, de la dignidad del pueblo y del progreso…”, se
proponían los líderes y militantes de diversas corrientes de izquierda que
confluyeron en aquella convocatoria que, meses más tarde –el 5 de mayo de
1989–, daría vida al Partido de la Revolución Democrática.
El PRD era heredero de la Corriente Democrática que se
escindió del PRI en 1987 y del Frente Democrático Nacional en el que
confluyeron varios partidos políticos de izquierda, organizaciones gremiales y
el movimiento urbano popular movilizado tras los sismos de 1985. En la campaña
del 88, con Cárdenas como candidato, el Frente fue el catalizador de la
emergencia ciudadana harta del sistema.
Un sistema que se cayó aquella noche del 6 de julio, para
operar la imposición de Carlos Salinas de Gortari como presidente de la
República.
La idea de formar un partido nació desde la propia campaña y
maduró en los meses que transcurrieron entre el 6 de julio y el 14 de
septiembre de 1988, cuando el Colegio Electoral confirmó el “triunfo” de
Salinas.
Aquel día, ante miles de personas reunidas en el Zócalo,
Cuauhtémoc Cárdenas pronunció un discurso decisivo para el futuro de la
izquierda –y quizás también clave para el futuro del país.
“Al cerrar todas las vías legales de defensa de la voluntad
popular, nos quieren empujar a autoderrotarnos aceptando la imposición o a que
nos lancemos a una confrontación en el momento y en las circunstancias que
ellos decidan…. Quieren que optemos por la indignidad o por la confrontación
violenta. Quisieran que llamáramos a la confrontación, a sacarlos del poder de
manera desorganizada y no preparada, para ellos responder con un baño de sangre
y una ola devastadora de represión”, dijo el ingeniero.
El PRD nació como la vía institucional para derrocar por la
vía pacífica al régimen de partido único que estaba cumpliendo seis décadas en
el poder. El partido que nacía con el sol azteca diseñado por el artista Rafael
López Castro como logotipo era un proyecto político, pero también un sueño
ciudadano. Era un instrumento electoral y una vía institucional para miles de
ciudadanos que, desde el 2 de octubre de 1968, habían visto cancelada la
posibilidad de vencer al régimen autoritario y represor.
En su libro de memorias, (Sobre mis pasos, Aguilar 2010),
Cárdenas describe así la primera asamblea, en el Hotel Vasco de Quiroga: “Fue
una reunión rebosante de esperanza, de unidad de las fuerzas democráticas y
progresistas que creían en las posibilidades del cambio y estaban dispuestas a
luchar por él. No se veían entonces los muchos obstáculos, las incapacidades,
ni las desviaciones, claudicaciones ni alejamientos de los principios que
vendrían con los años”.
Treinta años después, en el PRD queda poco de aquel
entusiasmo y quizás nada de aquella esperanza, pero sí mucho de las
incapacidades, las claudicaciones y el desapego a los principios fundacionales.
¿Qué puede celebrar hoy el PRD, después de unas elecciones
en las que se convirtió en la quinta fuerza política del país?
Es paradójica la situación del otrora partido mayoritario de
la izquierda mexicana: uno de sus fundadores es presidente de la República
pero, como todos los demás fundadores, Andrés Manuel López Obrador ya no está
en el partido.
Un liderazgo que se valió del PRD para llegar a la
Presidencia hoy desprecia esas siglas, y a los líderes actuales del perredismo
no se les ocurre otra estrategia que hacer oposición con Andrés Manuel como
único referente.
La actual dirigencia colegiada del partido, en la que
destacan Ángel Ávila y Fernando Belaunzarán como voceros, ha decidido descalificar
todo lo que venga de AMLO, cambiando las plazas públicas que antes llenaban sus
auténticos dirigentes, por la estridencia vacía del Twitter.
Sin Cuauhtémoc Cárdenas, sin López Obrador, sin Porfirio
Muñoz Ledo, sin Ifigenia Martínez, sin Pablo Gómez, sin Alejandro Encinas, sin
cientos de líderes nacionales, estatales y municipales –que en su mayoría
migraron a Morena–, ¿qué es hoy el PRD?
¿Qué peso tiene el partido encabezado por los Chuchos
(Ortega y Zambrano), y otros liderazgos que no cupieron, no se acomodaron o no
quisieron sumarse al lopezobradorismo?
¿Qué le queda al PRD de las alianzas pactadas con el PAN
desde el sexenio de Felipe Calderón?
¿De qué le sirvió al PRD haber sido un entusiasta promotor
del Pacto por México que legitimó a Peña Nieto en 2012?
¿Qué ganó negociando con Ricardo Anaya un Frente electoral
en 2018?
El PRD cometió uno de los peores errores de su historia
postulando al panista a la Presidencia de la República. Esa alianza, hecha a la
medida de Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, lo desdibujó ideológicamente, le
hizo perder votos, presencia legislativa, gobiernos locales y prerrogativas.
El candidato presidencial de la coalición Por México al
Frente sumó 12,607,779 votos, de los cuales 1,601,648 se emitieron vía el PRD.
Esos votos representan el 2.8 por ciento de la votación total emitida (56.6
millones) y no le alcanzaban al PRD ni para mantener su registro como partido
político nacional.
Sin Cárdenas ni AMLO en la boleta (sus dos únicos candidatos
presidenciales entre 1988 y 2012), el PRD quedó en sexto lugar. Obtuvo 23.5
millones de votos menos que Morena, el partido ganador, y quedó por debajo del
PAN, el PRI, el PT e incluso del Bronco. Su respaldo electoral equivale a la
fuerza de quienes decidieron anular su boleta el 1 de julio (1,602,578 votos).
Con esos porcentajes, el PRD apenas salvó el registro con su
votación superior al 3 por ciento en las elecciones legislativas, y logró 20
diputados federales y ocho senadores. Pero, en lo que va de la 64 Legislatura,
perdió 9 diputados y cuatro senadores, y ahora tiene unas minibancadas de 11
curules en San Lázaro y cuatro escaños en la Cámara alta.
A nivel estatal, la debacle ha sido severa: en los últimos
años, el PRD perdió casi todos aquellos estados que llegó a gobernar desde su
fundación: Zacatecas, Tlaxcala, Baja California Sur, Guerrero y, en 2018,
Morelos, Tabasco y Ciudad de México. Actualmente, sólo conserva Michoacán, con
un gobernador –Silvano Aureoles– que un día llama a votar por el priista José
Antonio Meade y, al otro, se deja destapar como un probable candidato
presidencial en 2024.
Con un financiamiento público de apenas 389 millones de
pesos para 2019, y una deuda de más de 900 millones de pesos, el PRD es un
partido con más pasado que futuro. Una marca maltratada, un edificio vacío, una
estructura en extinción.
Quizás por eso, este 5 de mayo, la actual dirigencia del PRD
decidió “festejar” poniendo en marcha un ejercicio arriesgado: pasar lista a
los más de 5 millones de perredistas que tiene registrados ante el INE como su
padrón de militantes.
Perredistas que no votaron por el PRD en 2018 y que, muy
probablemente, hoy militen en Morena.
A la cúpula perredista le urge saber cuántos miembros quedan
en sus filas, para que los sobrevivientes elijan una nueva dirigencia en los
próximos meses y pueda procederse a la “refundación” del partido.
Mientras eso ocurre, la sangría de cuadros y dirigentes
podría continuar: desde San Luis Potosí hasta Nezahualcóyotl, en San Lázaro, en
la Cámara Alta y en los congresos locales.
Tras su campaña de afiliación y refrendo, quizás la pregunta
pertinente será: ¿cuántos perredistas quedan activos para apagar la luz y
cerrar la puerta?
Todas las gráficas arriba publicadas son del portal de Aristegui Noticias, excepto esta última, captada en Ecatepec. Foto Jorge Villa/Archivo. |
Publicar un comentario Blogger Facebook