Proyecto Integral
Morelos1
El presente reportaje consta de 9 apartados. Describe la
lucha de los pueblos nahuas de Morelos, Puebla y Tlaxcala contra la
construcción de una termoeléctrica, un gasoducto y un acueducto que inició en
el año 2012, y que el actual Gobierno retomó. Afirman que atentan contra su
territorio, cultura, lengua y organización ancestral, es decir, contra lo que
son y quieren seguir siendo. Por eso, en este trabajo... hablan los pueblos.
1) Samir Flores, una vida en la lucha, 2) La
traición y la consulta, 3) El inicio, así fue como nos dimos
cuenta, 4) La termoeléctrica de la discordia, 5) Un
gasoducto en las faldas del volcán, 6) Un acueducto contra los
campos de Ayala, 7) Mujeres, el movimiento que las sacó de sus
casas, 8) La lucha jurídica y 9) Empresas y
gobiernos. Sus palabras, sus acciones.
Red-Accion | viernes 27 de septiembre de 2019
LA TERMOELÉCTRICA DE LA DISCORDIA
En el ejido de La Quesera, en Huexca, José Alberto Pérez
Valdepeña ordeña sus vacas en un pequeño establo en medio del campo. La
termoeléctrica cubre todo el paisaje a sus espaldas. Se encuentra prácticamente
dentro del pueblo, a 200 metros de la comunidad y a 300 metros de un kínder.
La termoeléctrica de Huexca, una de las dos proyectadas, aún
no opera debido a los amparos interpuestos, pero la gente de aquí ya midió sus
efectos durante los tres meses que estuvo a prueba. José Alberto recuerda el
“escándalo tremendo, y a uno que anda en el campo pues nos trajo como locos,
con dolor de cabeza, de oídos, no podías ni platicar con el amigo que estaba
contigo porque era muy escandalosa. Aquí hay unos pocitos artesanales a los que
se les fue el agua cuando se probó”.
En las orillas del ejido aparecen grupos de familias en la
ordeña cotidiana que empieza con el amanecer. En esta zona lechera no hay quien
no recuerde el ruido de la termoeléctrica “que puso nerviosos a humanos y
animales”. El sonido, dice José Alberto, “es como si viniera un avión bajando o
subiendo en tu oído todo el día”.
Sobrevuelan la entrevista parvadas de aves negras, “pero en
las pruebas no había ni una, los animalitos se desconcertaron, las vacas ya no
daban el mismo producto, otras aves se fueron y ya no volvieron. Si la echan a
andar quién sabe cómo nos va a ir. Nosotros aquí vivimos y es donde está
nuestro lugar de trabajo”.
José Alberto pide que se le acompañe al pozo Calalpa, seco
durante los meses de pruebas. “Ahorita está llena la piletita porque no están
trabajando, pero cuando empiecen no sé cómo le vamos a hacer. Además están los
pocitos artesanales para los animales, que también nos los secaron”.
Sobre las promesas del gobierno de bajar el costo de la
electricidad, el campesino afirma que si se instala la termoeléctrica ellos se
tendrán que ir y “entonces a quién le van a bajar la luz, si no va a quedar
nadie”. Y en eso coincide Remedios Pérez, quien siembra maíz y teme que ya no
crezca. “Soy campesino y tengo algunos animales. Sembramos de temporal nada
más, no tenemos regadíos. También ordeño, pero es poco. La leche la llevamos a
Yecapixtla, porque allá la compran y hacen queso panela, sobre todo”.
Esther Aguilar Mendoza y su marido Florencio Aguilar tienen
un próspero rancho. Los dos nacieron aquí, criaron a sus hijos y hoy a sus
nietos. Se dedican a la agricultura y la ganadería. Esther es mujer de campo y
trabaja a la par de Florencio. Lo único que no puede es cargar la bomba para
fumigar, pero del resto lo hace todo. Los días de pruebas de la termo,
recuerda, se dio cuenta de que si llegaba a operar no podría seguir viviendo
aquí, pero que tampoco tenía a dónde ir. “¿A dónde si ya estamos grandes, dónde
vamos a trabajar? En ningún lado vamos a tener un empleo, ¿cómo volvemos a
empezar?”, se pregunta.
Esther es pionera en la lucha. No deja de trabajar mientras
cuenta lo que sintió cuando llegaron las máquinas a escarbar el terreno. Empezó
la resistencia con la participación de muchas mujeres que hacían plantones en
un árbol que divide Huexca de Tlayecac, “y ahí llegó la represión con muchas
patrullas”. Se tocaron las campanas de la iglesia para alertar al pueblo y “no
sé de dónde sacamos tanto valor pero las mujeres nos agarramos mano con mano e
hicimos dos filas, y atrás estaban los hombres”. Las lágrimas se le escapan
cuando recuerda que cuando llegó la policía “nos pusimos a cantar el Himno
Nacional”, pero de cualquier forma “nos quitaron la tranquilidad”.
Huexca tiene alrededor de mil 200 habitantes, de los cuales
500 son adultos, por lo que cuando en 2012 llegaron 400 policías estatales y
400 federales, éstos ocuparon prácticamente toda la comunidad. Sólo así
pudieron instalar la termoeléctrica, señala Esther, quien por algún motivo no
pierde la sonrisa.
Su esposo Florencio Aguilar Castro se levanta todos los días
a las seis de la mañana “a echarle alimento y agua a los animales en el
rancho”. Después se sigue trabajando en el campo y con el cuidado de los
animales. Es una vida, dice, que no quieren dejar: “somos felices comiendo del
maíz que sembramos. El grano lo generamos nosotros mismos, hacemos nuestra
mezcla para la alimentación de los animales y nosotros producimos carne y
leche”.
Como en el resto de las comunidades, a Huexca llegó la
división de la mano de los proyectos. Dice Florencio que “mucha gente se vendió
y así dividieron al pueblo que antes era bien unido”. A los que firmaron,
recuerda, “les ofrecieron borreguitos flacos y churrientos que no tenían valor,
despensas caducadas, frijoles hasta con gorgojos, bien feos. Pero el que no
quiere trabajar firma y lo recibe. Lo que el gobierno quiere es que nos
peleemos entre nosotros mismos y ellos bien campantes dejan que nos matemos acá
mientras se quedan con nuestras tierras”.
Florencio conserva el certificado que avala a su abuelo
Tomás Aguilar Anzures como revolucionario zapatista. En realidad, aquí todos
son nietos o bisnietos de algún combatiente. “Como descendientes de
revolucionarios tenemos que defender nuestras tierras, nuestra agua, nuestro
ambiente. Le digo a mi esposa que el día que yo no siembre, no sé qué va a ser
de mí, porque he vivido del campo desde chamaco”.
Sin valoración ambiental
En el Manifiesto de Impacto Ambiental (MIA) de 2011 se
afirma que la comunidad de Huexca es óptima para instalar la termoeléctrica
porque hay propiedad privada y la población es menor, lo que indica, señala el
abogado Juan Carlos Flores, que no hubo una valoración ambiental, sino
“social”.
El MIA debió alertar sobre el impacto de las aguas de
descarga. La termoeléctrica, explica el abogado, “lleva un proceso de limpieza
del agua para que ingrese a las torres de enfriamiento. El agua necesita ser
muy pura, lo que nos hace pensar que la que se llevarán de la planta tratadora
de Cuautla la van a limpiar para poder usarla, pero es agua tan limpia la que
necesitan, que creemos que no van a tomar la de la planta”.
La explicación técnica es la siguiente: “limpian el agua,
con el gas natural se genera el vapor que hace que se muevan las turbinas.
Después llevan el vapor a las torres de enfriamiento y ahí es donde con
químicos, como el gas cloro, hacen que se enfríe y pase a agua caliente. De ahí
se lleva hacia el otro tubo de descarga que va directamente al río Cuautla. En
la descarga el agua tendrá una temperatura de alrededor de 40 grados
centígrados, e irá con arsénico, cadmio y compuestos que han aparecido en el
Manifiesto de Impacto Ambiental de manera tímida”.
Es el agua de descarga la que también ha causado
controversia, explica Flores, “pues primero se iba a tirar atrás de la
termoeléctrica, en la barranca Tezontitlán, pero por el impacto que causaría
decidieron mover el punto de descarga hacia el río Cuautla. Ahí la comunidad de
Huexca interpuso un amparo y se consiguió una suspensión definitiva para que no
se contamine el río”.
El precio de la lucha
La luchadora indígena Teresa Castellanos Ruíz es vocera de
la Asamblea Permanente de los Pueblos de Morelos, integrante del Frente de
Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua (FPDTA) y, sobre todo, parte
fundamental del Comité Huexca en Resistencia. Amenazada de muerte desde hace
siete años, cuando inició la lucha contra la termoeléctrica de Huexca, ella y
sus dos hijas están incorporadas al Mecanismo de Protección a Periodistas y
Defensores de Derechos Humanos. “Es el precio de la lucha”, dice.
Teresa se enteró del proyecto energético que se instalaría
en su comunidad en 2012. Para muchos era obvio que estaban realizando trabajos
en una gran extensión de terreno en la entrada al pueblo, “pero no sabíamos de
qué se trataba”. Preguntaban a los ingenieros y les respondían que eran casas
de la empresa GEO. Y en eso estaban cuando llegaron a la comunidad tres nahuas,
uno de ellos Samir Flores, quienes les explicaron que se estaba levantando una
termoeléctrica, un gasoducto y un acueducto.
El 15 de mayo de 2012 se celebró una asamblea y ahí
decidieron que el 16 pararían la construcción de la termoeléctrica. Ni Teresa
ni nadie de la comunidad tenía experiencia en luchas pasadas. “Fuimos
aprendiendo poco a poco cómo hacerle, porque organizados no estábamos”. Y así,
aprendiendo, lograron parar la construcción durante seis meses, hasta que el 23
de octubre del mismo año fueron reprimidos.
Antes de la represión habían solicitado mesas de diálogo con
el entonces gobernador Graco Ramírez, pero en lugar de palabras llegaron
policías, lo que provocó que “nos organizáramos más”. Fortalecieron entonces
las campañas informativas en los pueblos vecinos. Nadie sabía lo que estaba
ocurriendo en Huexca y “se trataba de que se fuera tomando conciencia del
tamaño de lo que se venía”, recuerda Teresa.
Los nahuas de Huexca consultaron con expertos y ellos mismos
empezaron a manejar información especializada. Teresa explica: “Esta
termoeléctrica utiliza gas y agua para poder tener energía, lo que hace el
ciclo combinado. Cuando el agua se combina con el gas cloro, hace un lavado de
turbinas que se va al medio ambiente por el vapor que sube a la superficie y
provoca la lluvia ácida. Esa lluvia va a afectar cuatro kilómetros a la redonda
sin contar la medición del aire. Eso es un principio, pero conforme va pasando
el tiempo va aumentado su kilometraje. No es algo preciso, pero afectará los cultivos,
cambiará el pH de la tierra, las plantas se amarillentarán y van a morir”.
Y el ruido que toda la comunidad recuerda durante los tres
meses de pruebas es de más de 110 decibeles, lo que provoca estrés, dolor de
cabeza, vómito y ansiedad. “Y eso ya lo vivimos, no es algo que nos lo estemos
sacando de la manga o lo digan los expertos”. La forma de “cazuelita” que tiene
Huexca juega en contra, pues “la contaminación no se va, sino que se mantiene
ahí y eso provocará muchísimas enfermedades”.
Teresa es defensora del territorio de tiempo completo. Sin
duda hay un antes y un después de la lucha para ella y para muchas mujeres de
su comunidad. Lo mismo viaja a la Ciudad de México que a Cuernavaca por asuntos
jurídicos o de difusión de la lucha y, por supuesto, a las actividades en las
comunidades de la Asamblea de Pueblos de Morelos y del Frente de Pueblos en
Defensa de la Tierra y el Agua. Su agenda está repleta. Va de una entrevista a
otra, se mantiene al tanto de sus hijas en la pequeña casa que ella misma
construyó junto a su pareja, que es albañil, y a pesar de los estragos que dejó
la represión se empeña en la reconstitución del tejido comunitario en Huexca.
Su trabajo ha sido reconocido con el Premio de Derechos Humanos Sergio Méndez
Arceo 2019; y el galardón a la Creatividad 2018 de la Cumbre Mundial de
Mujeres.
La termoeléctrica es su enemigo personal, además de
comunitario. Rechaza la información oficial que afirma que usará aguas
residuales y asegura que “eso es mentira, pues utiliza aguas puras y de mantos
acuíferos”. El uso de este tipo de termoeléctricas, dice, “es obsoleto en
Europa y las que quedan tienen de vida hasta el 2020, porque contaminan
demasiado”.
El gobierno argumenta que utilizará agua en desuso “y que
apoyará a los que siembran con 40 mil pesos”, pero, reacciona Teresa, “yo le
pregunto al gobierno que dónde van a sembrar y qué van a sembrar, porque con la
termoeléctrica no se producirá nada. Están engañando a los ejidatarios con que
les harán canales, pero para qué, si les van a quitar el agua”.
Castellanos resume los agravios: “Para instalar la
termoeléctrica le tenían que pedir permiso a la asamblea de Huexca, pues somos
una comunidad indígena que se rige por usos y costumbres. Enrique Peña Nieto no
pidió permiso y la vinieron a imponer. El gobierno de Andrés Manuel López
Obrador, que en el 2014 dijo que apoyaría a los pueblos y que estaba en contra
de la termoeléctrica, del gasoducto y de la minería, cambió y ahora dice que la
termoeléctrica es de nosotros, porque la CFE es nuestra”.
El planteamiento es simple, dice, “nosotros queremos seguir
manteniendo un planeta donde no haya contaminación. Hoy vemos tantas noticias y
ni así reaccionamos. No es capricho nuestro, el capricho es de ellos, de la
economía que quieren, pero no se dan cuenta de que están terminando con nuestro
país. Ellos son los conquistadores de hoy, ya no necesitan venir los
extranjeros a conquistar América”.
La cancha de volibol del centro de Huexca luce llena de
jóvenes todas las tardes. El rodeo es otro de los pasatiempos de esta población
nahua a la que le robaron la tranquilidad hace siete años. Es época de sequía y
se vislumbran los incendios por los alrededores, pero en el campo siguen
trabajando. En sus mismos rincones, con la lucha contra la termoeléctrica
llegaron los murales que tienen como figura principal a Zapata, mentor de estas
batallas.
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(1) Este reportaje, publicado en DERECHO DE
RÉPLICA.HABLAN LOS PUEBLOS, por medio de http://www.desinformemonos.org es
coordinado y dirigido por Gloria Muñoz Ramírez, y en él participan en
Fotografía: Miguel Tovar; Video adicional: Ernesto Ramírez
(videos “La Lucha de Samir Flores” y “Aquí seguimos”); Fotorreportaje, Antonio
Turok; Fotos adicionales: Ernesto Ramírez y Miguel Tovar;
Reportaje, Gloria Muñoz Ramírez; Datos oficiales: Paula Mónaco Felipe;
Asistente de la coordinación: Delia Fernanda Peralta Muñoz. Septiembre,
2019.
Se reproduce con permiso de los autores.
Ra.
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