SU RIEL, NUESTRA TIERRA
El Tren Maya, el Corredor Transístmico y proyectos energéticos como el Proyecto Integral Morelos (PIM) forman parte de las prioridades presidenciales de este sexenio. Los tres proyectos están sobre zonas indígenas, lo cual no es casual, pues sobre estos territorios se encuentran montañas, aguas, bosques, vientos y subsuelos del país y, por supuesto, la mayor riqueza cultural.
De Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas son
los indígenas que se empeñan en defender territorio y cultura. No son los mayas
de museos y de sitios arqueológicos, sino los del presente, con su vínculo con
la naturaleza y una cultura heredada de grandes matemáticos y astrónomos, los
que quieren seguir sembrando, danzando, rezando y pensando en su lengua.
Sienten que el proyecto del Tren Maya los amenaza, y en "Su riel, nuestra
tierra" explican sus motivos.
Este reportaje Su riel, nuestra tierra. Tren Maya, está
formado de seis puntos a partir de la introducción, 1) Quintana Roo, 2) Yucatán,
3) Campeche, 4) Tabasco, 5) Chiapas y 6) Impactos
sociales y territoriales.
Red-Accion | jueves 3
de octubre de 2019
INTRODUCCIÓN
“¿Que si el presidente pidió permiso a la Madre Tierra y que
le dijo que sí para su tren? Puede ser que sí hizo lo de pedir permiso, pero lo
que no creo es que la Madre Tierra haya hablado”, dice Sebastián Chan, del
Colectivo de Semillas Muuch Kanan l’inaj, en medio de su milpa en Buena
Esperanza, Bacalar. Sebastián se refiere a la ceremonia en la que el 16 de
diciembre de 2018, a dos semanas de haber asumido la presidencia de México,
Andrés Manuel López Obrador acompañó a un grupo de indígenas a pedir permiso a
la Madre Tierra para construir uno de los principales proyectos de su
administración: el Tren Maya.
Sobre la antigua pista aérea de Palenque, los organizadores
rompieron el concreto y excavaron un hoyo para llegar a la tierra y realizar
ahí lo que se denominó “Ritual de los pueblos originarios a la Madre Tierra
para anuencia del Tren Maya”. Y para tal fin le hicieron una ofrenda de
aguardiente, pollos y tortillas.
“Fue una ceremonia falsa, porque debe cubrirse con el polvo
del viento. Pero le vieron la cara al presidente para que diga que sí lo va a
hacer. Para nosotros es que no y no. Ahora hay muchos que hacen ceremonias y
cobran mucho, pero solamente hacen ritual. Y no es así”, dice, categórico, el meen
(chaman) Miguel Can, uno de los pocos que quedan en Calcehtok, Yucatán.
“Con la llegada del turismo a estos lugares sagrados se va a
echar a perder todo, y todos los dioses se van a esconder en otros lugares. Por
esa razón no lo queremos. No puede hacer esas cosas el presidente”, explica,
mientras se acomoda a un costado de una gruta sagrada en Calcetok, uno de los
lugares en los que, en absoluta intimidad, los mayas siguen realizando sus
ceremonias.
Sebastián y Miguel lamentan la “ceremonia que se hizo el
presidente”, pero más el motivo de la misma: la puesta en marcha de un tren de
mil 500 kilómetros que tendrá 15 estaciones a lo largo de los estados de
Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas. Un proyecto que es
presentado por el gobierno federal como un plan “integral de ordenamiento
territorial, infraestructura, crecimiento socioeconómico y turismo sostenible”,
y que, se argumenta, tiene como principal objetivo “el bienestar social de los
habitantes de la zona maya”, con la conexión de “las principales ciudades y
circuitos turísticos de la región para integrar territorios de gran riqueza
natural y cultural al desarrollo turístico, ambiental y social en la región”.
Lo que está en disputa son dos proyectos de país. El que
propone el gobierno federal a través de Rogelio Jiménez Pons, director del
Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) y encargado del gobierno federal
para el Tren Maya, en una entrevista con Claudia Ramos publicada en Animal
Político: “No se vale hacer ningún desarrollo si no tiene su zona de la gente
más modesta ubicada dignamente en las cercanías de las áreas de producción.
¿Para qué? para que puedan ir a trabajar a pie. Hasta pedir limosna si hace
falta, pero a pie”. Y, por otro lado, el que quiere preservar “lo poco que nos
queda, el monte, nuestra forma de vivir, nuestra organización, nuestra lengua y
nuestra cultura”, como dice el poeta y activista maya Pedro Uc, de la Asamblea
de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal.
El tren proyectado tendrá una velocidad media de 160
kilómetros por hora y un uso para pasajeros, turismo y carga, con estaciones en
Palenque, Tenosique, Escárcega, Campeche, Mérida, Izamal, Chichén Itzá,
Valladolid, Cancún, Puerto Morelos, Playa del Carmen, Tulum, Felipe Carrillo
Puerto, Bacalar y Calakmul.
Con una inversión inicial de 6 mil millones de pesos, se
pretende construir en cuatro años para que inicie su operación en el quinto año
del sexenio. Las promesas gubernamentales son: generar empleos, detonar la
economía de la región y desarrollar infraestructura con servicios básicos para
mejorar la calidad de vida de los habitantes.
Sin estudios de impacto ambiental y sin la realización de
una consulta indígena a los pueblos afectados como la mandata el Convenio 169
de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el proyecto denominado Tren
Maya es cuestionado por organizaciones indígenas, empezando por el nombre:
“¿quién les prestó lo maya? Puede ser el tren rápido, el tren ligero, el tren
chulo, el tren pinto, ¿por qué el Tren Maya?, ¿por qué juegan con nuestra
identidad? Los mayas son únicos, son sagrados, seres muy inteligentes y muy
valiosos como para ponerle a un canijo tren ‘maya’”, reclama María del Carmen
Salgado Vázquez, del colectivo Las Florecitas de Xcanan, de la comunidad Nueva
Vida, Calakmul.
“Otras personas podrían decir que excelente. Quizá yo podría
ir a Chiapas y me saldría más barato, pero el viaje que yo haga en el tren me
va a costar matar la vida y la paz de mi territorio y las costumbres de mi
pueblo. Si la gente estuviera bien informada, no estaría aceptando el
proyecto”, remata la defensora del territorio.
En “Su riel, nuestra tierra”, presentamos un compendio de
testimonios ofrecidos por mayas de los cinco estados contemplados en la ruta
del tren. Se dividen por entidad porque la problemática, aunque similar, tiene
afectaciones específicas en cada región. Los temas que se abordan en todo el
trayecto son: afectaciones al territorio por otros megaproyectos, las consultas
oficiales, la cultura e identidad maya, organización interna, divisiones por
programas asistenciales, jóvenes y resistencia.
Heber Uc, del Consejo Indígena de Bacalar, advierte que el
Tren Maya “es el inicio de una conexión de diferentes proyectos que se llevan a
cabo desde hace algunos años en la península”, como las celdas fotovoltaicas,
los parques eólicos, la agroindustria, las megagranjas porcícolas y el llamado
turismo “verde”, entre otros. Todo esto, explica, será unido por el tren. La
especulación de la tierra ya empezó y “desde el anuncio del proyecto mucha
gente está llegando a la zona para apropiarse de la tierra, y en las orillas de
la carretera del tramo de Bacalar a Cancún se está dando una serie de despojos
mediante violencia”.
Quedarse en las comunidades, dice por su parte Álika
Santiago, de la Colectiva de Mujeres K-luumit X’ko olelo’o, es la opción, pero
“no para estar tristes, sino para vivir una vida buena, con dignididad y en
libertad”. En el grupo de mujeres al que pertenece hicieron un mapa “sobre las
amenazas que miramos en el territorio peninsular. No solamente del Tren Maya,
sino también de los proyectos agroindustriales que están devastando la selva y
que finalmente serán unidos por el tren. Entre las amenazas están los
feminicidios, que en nuestro estado han aumentado, con alrededor de 25 en lo
que va del año”. “¡Qué diferencia sería si las mujeres fuéramos las dueñas de
estas tierras!”, exclaman las mujeres de la colectiva, pues, dicen, ellas no
venderían nunca su patrimonio.
Las voces de los y las jóvenes se diversifican. Hay quienes
ven en el proyecto su salvación para salir de las comunidades y “estudiar robótica”.
Y hay quienes vislumbran la amenaza de convertirse en “esclavos, como en
Cancún”.
Por los caminos rurales de Quintana Roo, Yucatán y Campeche
se observan miles de hectáreas devastadas por la agroindustria que llegó con
los menonitas que siembran semillas transgénicas y derriban grandes extensiones
de selva. “Esto es el vacío y el dolor, el asesinato de la naturaleza”, dice
Pedro Uc, quien junto con Carmen Flores, acompañó todo el trayecto.
La deforestación, la agroindustria y el uso de plaguicidas provocan
la muerte de las abejas, cuya producción de miel en esta zona es famosa por su
calidad en todo el mundo. Y a esto se suma la fumigación con agrotóxicos, que
aquí se realiza hasta con avionetas, lo que contamina mantos freáticos y el
aire que se respira.
“Si ya tenemos experiencia en todos estos megaproyectos, por
qué vamos a decir que sí al tren”, se preguntan en Hopelchén, Campeche. “No es
válido, no se vale. Antes de meter los megaproyectos se tiene que hablar con la
gente. Tendrían que preguntarnos tal vez qué es vivir para mí, qué es vivir
bien. Si me lo preguntaran, yo diría que no me estén fumigando, que no me estén
tirando mis bosques, que se conserve, que ya no se siga deforestando”, responde
Leydy Aracely Pech, de la comunidad Ich-Ex.
Los apicultores tienen que lidiar con el precio de la miel
y, al no haber lluvias, enfrentan también el problema de que no hay suficiente
producción. “Y ahora se nos viene otra amenaza: el tren”, lamenta Anastacio
Oliveros, del ejido Conhuas, en Calakmul, donde, dice, “está el trazo sobre el
que va a pasar el tren y donde se pretende hacer la ciudad de apoyo. Aquí hay
pura selva, es hábitat de los animales, y también área de producción de miel”.
La inóspita entrada a la ciudad de Tenosique, en Tabasco,
invita a no quedarse. Aquí, dicen en el albergue de migrantes La 72, “el
proyecto del llamado Tren Maya disparará o profundizará los problemas
sociales”, y la oferta para que los migrantes trabajen en la obra “es una
estrategia, por lo menos mediática, para inhibir la migración”. Los migrantes
están de paso y no todos quieren quedarse a trabajar en el sur de México. “Yo
no me quedo aquí”, confirma Verónica, procedente de Tegucigalpa, Honduras.
La unica estación prevista en Chiapas está en Palenque,
donde los zapatistas han hecho público su rechazo, al igual que organizaciones
como Xi’Nich y el Pueblo Creyente. El tren, dicen Emilio Jiménez y Antonia
Hernández, “es para ellos, para los que vienen a ver lo que hay aquí, agua, la
pirámide. Eso es lo que está en la mira de los otros países, eso es para ellos,
porque ellos van a venir a construir otro nuevo Cancún. Chiapas tiene de todo
todavía. Hay viento, hay agua, tierra, árboles, oxígeno, muchas cosas. Ellos
eso es lo que quieren”.
“Esperamos que esta voz viva de los pueblos mayas no se
atrape para ponerla en los museos y sea comercializada”, dice Pedro Uc. Y Ángel
Sulub Santos, del Centro Comunitario U kúuchil k Ch’i’ibalo’on -Raxalaj Mayab’,
resume: “El debate no es tren sí o tren no, sino cómo miramos nuestra vida”.
“El Tren Maya será el primer circuito turístico
regionalmente planeado para responder a las nuevas expectativas de un turista
cada vez más exigente”, escribió en su cuenta de Twitter Andrés Manuel López
Obrador tras la entrega del Primer Informe de Gobierno, el pasado primero de
septiembre. De los argumentos de los mayas que no están de acuerdo no se dijo
nada. Por eso, aquí... Hablan los pueblos.
Reportaje publicado en DERECHO DE RÉPLICA.HABLAN LOS
PUEBLOS por medio de http://www.desinformemonos.org, se reproduce con autorización de sus autores.
CRÉDITOS | VIDEO | Dirección y producción: Gloria Muñoz Ramírez,
Montaje: Alberto Cortés, Fotografía: Miguel Tovar, Fotografía
fija: Maya Goded, Video adicional: Robin Canul, Víctor Ruiz
y Noé Pineda
FOTORREPORTAJE, Maya Goded, REPORTAJE, Testimonios: Gloria
Muñoz Ramírez, Asistente de la coordinación: Delia Fernanda Peralta
Muñoz.
Ra.
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