* “La violencia, la inseguridad, la corrupción, los
principales males que aquejan a nuestro país, comienzan en la base del núcleo
social: la familia”, sostiene en su editorial en Desde la fe
* El gobierno tiene “un compromiso hecho para terminar con
la violencia, la inseguridad (…) Pero tampoco olvidemos que nosotros tenemos
una responsabilidad social muy grande que asumir”
Red-Accion | Ciudad de México, lunes 30 de diciembre
de 2019
“Terminemos con la corrupción”, titula su editorial de este
domingo el semanario católico Desde la fe, editado por la Arquidiócesis Primada
de México, en el contexto de las fiestas religiosas decembrinas de fin de año.
Señala que la violencia, la inseguridad, la corrupción, como
parte de los principales males que aquejan a nuestro país, comienzan en la base
del núcleo social: la familia, y propone a los mexicanos que “hagamos un
compromiso para este 2020: Terminemos con la corrupción”.
El texto precisa que es necesario acabar “con los actos que,
de uno en uno, terminan por afectar nuestra individualidad, y que, sumados uno
con otro, lastiman a nuestras familias, y que, multiplicados por millones,
desarrollan una dolorosa enfermedad social.
“Hagamos el compromiso de aplicar, cada uno de nosotros, y
desde nuestros campos de influencia, el antídoto de una vida más justa y
honesta para terminar con este mal”, destaca la Arquidiócesis.
Y al mismo tiempo, advierte que “el gobierno tiene una
imperante obligación, y un compromiso hecho para terminar con la violencia, la
inseguridad y la corrupción. No lo olvidaremos. Pero tampoco olvidemos que
nosotros tenemos una responsabilidad social muy grande que asumir” como ciudadanos,
por lo que se requiere “motivar e impulsar la construcción de una sociedad
justa, honesta e íntegra”.
TEXTO ÍNTEGRO
Hagamos un compromiso para este 2020: Terminemos con la
corrupción.
No pensemos en obligar al vecino a terminar con su corrupción,
o critiquemos al de enfrente por sus malos actos. Terminemos con ese daño que
depende de nuestras propias obras, pues de la justicia y la honestidad de cada
uno depende una sociedad más sana y pacífica.
Cada uno, para contrarrestar la corrupción, podríamos
aspirar a ser rostros de Dios, hacer el bien como Él y amar a todos como Él.
La violencia, la inseguridad, la corrupción, los principales
males que aquejan a nuestro país, comienzan en la base del núcleo social: la
familia. Si bien el entorno incide en el desarrollo positivo o negativo de las
personas, la educación en casa, principalmente con el testimonio de los padres,
tiene el mayor peso, y desde ahí debemos comenzar.
Acabemos con los actos que, de uno en uno, terminan por
afectar nuestra individualidad, y que, sumados uno con otro, lastiman a
nuestras familias, y que, multiplicados por millones, desarrollan una dolorosa
enfermedad social.
Hagamos el compromiso de aplicar, cada uno de nosotros, y
desde nuestros campos de influencia, el antídoto de una vida más justa y
honesta para terminar con este mal.
Nuestra realidad nos ha demostrado que no ganamos nada con
quejarnos del otro, con criticar al de enfrente, o esperar a que los demás
cambien para hacer lo propio. Construyamos de una vez por todas un mejor país,
y una mejor sociedad. Tenemos la mejor inspiración de todas: el Nacimiento de
Jesús entre nosotros y el nacimiento de un nuevo año que nos permite escribir
una nueva página.
Aprendamos a ser cercanos y a dialogar. Seamos solidarios
con los más pobres, tratemos de remediar las necesidades más apremiantes de las
personas solas, ancianas y enfermas; brindemos nuestra ayuda a quien
experimente la fragilidad o el fracaso.
Que nuestra participación social en la vida colectiva
manifieste cómo el amarse los unos a los otros es una solución práctica para
terminar con la corrupción.
El gobierno tiene una imperante obligación, y un compromiso
hecho para terminar con la violencia, la inseguridad y la corrupción. No lo
olvidaremos. Pero tampoco olvidemos que nosotros tenemos una responsabilidad
social muy grande que asumir.
Conscientes de que el fin de la corrupción no solo depende
de las políticas públicas, sino de la justicia y honestidad de cada uno de los
miembros de las familias, instituciones educativas, empresas, instituciones
religiosas, y agrupaciones de cualquier tipo, queremos motivar e impulsar la
construcción de una sociedad justa, honesta e íntegra, sellando con los valores
del Evangelio de Jesucristo este firme propósito: Terminemos con la corrupción.
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