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OPINIÓN



COMENTARIO A TIEMPO

Por Teodoro Rentería Arróyave

Miércoles 28 de agosto de 2024

A Francisco Zarco Mateos lo describió magistralmente Manuel Gutiérrez Nájera, al afirmar: “Ser periodista -¡periodista como lo fue!- ¿no es ser un caudillo? ¿no es librar una batalla diaria? ¿no es recibir una herida cada día más?

Ser periodista como Zarco ¿no es dar la vida poco a poco a la libertad de la República? En las luchas por la libertad, Zarco fue el Aquiles de la prensa.

El joven que a los veintiséis años defendió con tal brío en el Siglo XIX y en la tribuna del Congreso Constituyente la libertad de imprenta, la libertad de conciencia, todas las libertades, bien merece una estatua porque fue héroe.

Ya que le quitamos la vida poco a poco, démosle en cambio la vida augusta de los mármoles y bronces”.

Por ello, después de referirnos a sus patrióticos artículos con respecto al imperialismo estadounidense, hacemos referencia a sus históricos artículos de excelencia, primeramente, al titulado: “México y las Potencias Europeas”, publicado en “El Siglo Diecinueve” del 2 de diciembre de 1867.

Zarco afirmó: Interesantísimo sería un libro, rico en hechos y escaso en comentarios, que narrará la historia de nuestras relaciones exteriores, desde la época de la independencia hasta la de la intervención.

Este libro demostraría cuán triste y gravosos fueron los resultados de nuestra inexperiencia, y de nuestro afán, de ser reconocidos como nación soberana por las potencias extranjeras, cuán gravosos nos fueron los primeros tratados, al establecer una imposible reciprocidad y, sobre todo, cuán injustas, cuán agresivas y cuán contrarias al derecho de gentes han sido siempre las pretensiones europeas, pretensiones a que muchas veces hubimos de ceder por el deseo de mantener la paz, creyendo en extremo peligroso medir nuestra fuerza en guerra abierta con alguna de las grandes potencias militares o marítimas.

Nuestras condescendencias sólo sirvieron para ser más exigentes a los gobiernos del antiguo continente, cuya diplomacia, pérfida y falaz, y cuyas amenazas llegaron a ser casi nominal nuestra misma independencia.

Lo más grave de todo llegó a ser la mira de intervenir en nuestro régimen interior, mira que, si bien nació en Europa desde que las colonias españolas se alzaron contra la metrópoli, fue después fomentada por un partido que sintiéndose débil y popular buscó para llevar a cabo sus propósitos el apoyo del extranjero.

En distintas épocas, hubo traidores que pensaron en la intervención extranjera para frustrar los resultados de la independencia, hacer imposible el establecimiento de la democracia y salvar los intereses bastardos de las clases privilegiadas, que no sólo aquí, sino en todas partes, pusieron el honor nacional a su propio bienestar.

Por fortuna, el gobierno ha dejado intactas todas estas cuestiones, y al dar cuenta la representación nacional del uso de las facultades omnímodas puede jactarse de no haber ejercido la más grave de ellas, qué es lo que consistía en poder ratificar tratados y la aprobación del Congreso.

Esta autorización envolvió a la de firmar la paz con Francia y la de concluir arreglos con España e Inglaterra.

El gobierno que jamás desesperó de la situación de la República no abrigó ni por un momento la idea de qué era el principal anhelo de los que pretendían asaltar el poder, soñando que la intervención podría tomarse en su provecho y prestarles el apoyo que les negaba la opinión pública.

El gobierno ha conservado la integridad del territorio, no ha cedido a ninguna de las pretensiones europeas, ha sostenido que el país no es responsable de actos de usurpadores, y no ha contraído siquiera onerosos compromisos pecuniarios que las circunstancias podrían justificar. Gracias a esta política, en la que no ha habido variación y vacilaciones, es completa la restauración de la independencia nacional y pueden restaurarse también en toda su plenitud las instituciones democráticas.

Bajo el régimen constitucional, la política extranjera puede fijarse de una manera digna, prudente y patriótica, por el Congreso y el Ejecutivo; comprendiéndose que estos poderes no están fatalmente llamados a hacer entidades rivales y a vivir en perpetuo antagonismo, sino que son parte de un todo instituido y creado por el pueblo para velar por los intereses nacionales, que no deben tener más guía ni más inspiración que la opinión pública.

Ya habrá tiempo de recordar aún más las referencias de Francisco Zarco respecto del Benemérito de las Américas, el Señor Juárez.

Por lo pronto es de grave importancia el comentarse que CUALQUIER PARECIDO DE NUESTRA SUFRIDA HISTORIA PATRIA CON LOS INTENTOS DE AHORA, SON MÁS QUE UNA MERA COINCIDENCIA, SON UNA VERDAD IRREFUTABLE.

Periodista y escritor; presidente del Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo, CONALIPE; secretario de Desarrollo Social de la Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP; presidente fundador y vitalicio honorario de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, FAPERMEX, miembro del Consejo Consultivo permanente del Club Primera Plana, Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional y Académico de Número de la Academia Nacional de Historia y Geografía, ANHG. Agradeceré sus comentarios y críticas en teodororenteriaa@gmail.com Nos escuchamos en las frecuencias en toda la República de Libertas Radio. Le invitamos a visitar: www.felap.info, www.ciap-felap.org, www.fapermex.org y el portal: irradianoticias.com

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