"A contraparte de los traidores que desconocen sus orígenes por vulgares intereses económicos-políticos, el papa Francisco, hasta el último aliento de su preclara vida, manifestó su defensa, aliento y reconocimiento a los migrantes que deambulan..."
OPINIÓN
COMENTARIO A TIEMPO
Por Teodoro Rentería
Arróyave
Miércoles 23 de abril de 2025
SEGUNDA PARTE
Continuamos, más que con la biografía con el análisis de la vida y obra de Jorge Mario Bergolio, el papa Francisco, de la autoría del colega francés Jean-Benoît Poulle, con apostillas de este reportero, por eso mismo agregamos que, el papa que ya mora en el éter eterno, además de ser el pontífice de los desposeídos, fue de los migrantes, por ello se convirtió en el pontífice más preclaro, revolucionario y progresista de la grey católica.
A contraparte de los traidores que desconocen sus orígenes por vulgares intereses económicos-políticos, el papa Francisco, hasta el último aliento de su preclara vida, manifestó su defensa, aliento y reconocimiento a los migrantes que deambulan en todo el mundo por defender sus existencias de ellos y de los suyos para lograr estadios de vida al menos congruentes con la calidad de seres humanos y de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia Católica de “Hijos de Dios”, y por sus propios orígenes, haber sido hijo de migrantes. Continuemos:
En 1957, Jorge Mario Bergolio, a los 21 años, ingresó en el seminario diocesano de Villa Devoto, en los suburbios residenciales de Buenos Aires. Cabe señalar que, para la época, se trataba casi de una vocación tardía: a diferencia del futuro Benedicto XVI, Bergoglio no pasó por un seminario menor, esas canteras de sacerdotes con vocación precoz que servían como enseñanza secundaria.
Su título de educación superior, antes de ingresar al seminario, constituye otra rareza en esos años cincuenta: su perfil innovador, en el fondo, corresponde mucho más con lo que se espera hoy en día de los candidatos al sacerdocio, incluso en cuanto a la madurez de vida. Sin embargo, el seminario diocesano es solo una breve etapa de discernimiento, que le permite confirmar que tiene vocación no solo sacerdotal, sino también religiosa. Ese es el dilema actual de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, su sucesor será un progresista o un conservador que continué con la vorágine de menos sacerdotes y menos creyentes.
Posteriormente, el papa Francisco declara a menudo que su primera vocación fue ser misionero en un país lejano, y especialmente en Japón, hacia el que se sentía misteriosamente atraído. El 11 de marzo de 1958, ingresó como novicio en la Compañía de Jesús, la orden de los jesuitas.
Esta congregación, que en derecho canónico es una compañía de clérigos seculares (y, por lo tanto, permite una presencia en el mundo más activa que una orden monástica o de religiosos mendicantes), era entonces percibida por muchos como la élite del clero católico. Hoy en día es difícil hacerse una idea del poder y la influencia que adquirieron los jesuitas en la Iglesia antes del Concilio Vaticano II: en 1959, con más de 34 mil miembros en los cinco continentes, constituían, por mucho, la congregación religiosa más numerosa del mundo.
La amplia red de sus colegios y universidades impartía, en todos los países católicos y más allá, una formación intelectual muy exigente, y difundía una espiritualidad ascética en las élites laicas de las clases superiores. Su percepción como la élite de choque de la Iglesia católica también se debía a que, a los tres votos religiosos tradicionales (pobreza, castidad, obediencia al superior), los jesuitas añadían un cuarto, de obediencia especial al papa.
Su superior general, al que simplemente se le llamaba el general (lo que reforzaba aún más su asimilación a un ejército), ¿no era llamado el papa negro, debido al inmenso crédito que se suponía que tenía ante el verdadero papa, el hombre de blanco? Sin duda, precisamente debido a este crédito, ver a un jesuita elegido para el trono de Pedro era entonces poco concebible: el gran poder de la Compañía también fue muy criticado, no solo en los círculos laicos y anticlericales que a veces se complacían en exagerarlo, sino también en el seno mismo del catolicismo, en el clero diocesano o entre las otras órdenes, sus rivales.
Su reputación de congregación de élite se debía en última instancia a la duración de los estudios que se realizaban en su seno: en lugar del noviciado relativamente rápido que se realizaba en otras órdenes, el período de prueba de más de quince años en los jesuitas era tan extenso que tendía a convertirse en una especie de formación continua, lo que permitía producir verdaderos eruditos.
Las amplias competencias de estos últimos eran reconocidas incluso en el mundo secular, en teología y exégesis, pero también en filosofía, historia, filología, etc., sin que ello anulara su vocación pastoral. Jorge Bergoglio se destinó a una formación tan exigente, y con pleno conocimiento de causa, cuando fue admitido como novicio.
Sus primeros años en la Compañía, marcados por la experiencia del desarraigo, muy importante en el pensamiento jesuita, transcurren en el extranjero: es enviado a Chile, mucho más cerca que el Japón soñado. En 1963 regresa a Buenos Aires para cursar filosofía, luego vienen los años de regencia, es decir, una experiencia docente, que lo llevan a ser profesor de literatura en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe y en el Colegio del Salvador de Buenos Aires (1964-1966), seguidos de sus tres años de estudio de teología (1967-1970) en el teologado San Miguel, anexo de la Universidad del Salvador, la gran universidad jesuita del país.
Una etapa central de su trayectoria fue su ordenación como sacerdote el 13 de diciembre de 1969: la fecha es importante, porque el final de ese año 1969 marca precisamente la entrada en vigor de la reforma litúrgica promulgada por Pablo VI, tras el Concilio Vaticano II, reforma marcada por el paso a la lengua vernácula y una gran simplificación de los ritos. Jorge Mario Bergoglio, de nuevo a diferencia de sus predecesores, nunca celebró la misa en latín según la forma tradicional (llamada misal de 1962): por un sorprendente efecto generacional, es plenamente un sacerdote de la reforma litúrgica.
Su formación jesuita se completa en 1971-1972 con la etapa conocida como del Tercer Año: una nueva estancia de retiro en el extranjero, en la Universidad de Alcalá de Henares en España, al término de la cual pronuncia su cuarto voto de obediencia particular al papa y a la Iglesia.
De vuelta a Argentina, se convierte en maestro de novicios del colegio jesuita de San Miguel, también en las afueras de la capital. Su profesión solemne en la orden, coronación de su formación, tiene lugar el 22 de abril de 1973. Tres meses después, a la edad de 36 años, es nombrado provincial, es decir, superior de todos los jesuitas de Argentina.
Durante esos años de estudio, trabajó en varios pequeños oficios para mantenerse, entre ellos, el de cadenero en un sórdido club nocturno de Córdoba, sin duda inusual para un futuro papa. CONTINUARÁ.
Periodista y escritor; presidente del Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo, CONALIPE; secretario de Desarrollo Social de la Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP; presidente fundador y vitalicio honorario de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, FAPERMEX, Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional, Académico de Número y Director de Comunicación de la Academia Nacional de Historia y Geografía, ANHG. Agradeceré sus comentarios y críticas en teodororenteriaa@gmail.com Nos escuchamos en las frecuencias en toda la República de Libertas Radio. Le invitamos a visitar: www.felap.info, www.ciap-felap.org, www.fapermex.org, y el portal: www.irradianoticias.com
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